Sonó el despertador incluso en una feria como Valdemorillo que perdió parte de su solidez y seriedad por culpa de extraños intereses y cortapisas en la sombra. Y el bajón de la calidad y categoría del toro se notaba y mucho. En la novillada tiraban a becerrotes; y en la de Pereda el apocalipsis sólo lo salvó un excelente toro de nombre Ratita que es lo que debe buscar el ganadero. Ratita fue un lujo en aquel esperpento incluso de mala presentación. Por idéntico matorral iba la de Cebada, mezclados los hierros y las hechuras. Solo dos nos recordaban la gloria de esa casa. Un quinto de gran humillación y escasa duración y un sexto, Cachondito, puro cebaíta, que fue el mejor de la feria de largo. Ese toro y ese casi desconocido para la mayoría, llamado Víctor Barrio, pusieron un final de oro a una feria de latón. Y Tomás Entero deberá tomar las riendas para que Valdemorillo no sea Valdenovillo.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1951
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