LA CRÓNICA DE BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Aguado hace el toreo de primor

Feliz debut del sevillano, que corta el único trofeo de la tarde
José Luis Benlloch
jueves 14 de marzo de 2019

El nombre de la tarde fue Pablo Aguado. Un sevillano de cuna y de escuela. Estilo que al contrario de lo que cabía suponer no abunda ni siquiera en aquella tierra. Y le hacía falta a Sevilla un torero de ese corte. De esos como este Aguado, que hacen de la naturalidad arma incontestable, de los que apuestan a la gracia sin practicar la huida rompiendo la división que hizo el maestro Pepe Alameda. Ya se sabe que estamos en tiempos de transversalidad, será eso, y no necesariamente se tiene que ser de izquierdas o de derechas, artistas o valientes, actualmente cabe torear bonito y hondo a la vez, entregarse sin aparente esfuerzo, lucir palmito de artista y tener lo que hay que tener para quedarse quieto y mecer los trastos con parsimonia. Todo eso supone torear sin retorcerse, eso tan al uso y que en no pocos momentos lleva a la confusión, de tal manera que uno no sabe si están toreando o echándose sacos de cemento a la espalda, ejercicio que acompañan de voces de lo más estentóreas, ¡Ja, jo, ja!…

Nada de eso ocurre con Aguado, su toreo tiene un punto de silencio y el mérito de que le ves torear y entiendes que está toreando, ves que no hay esfuerzo pero entiendes que aquello no es fácil ni está al alcance de muchos, más bien de muy pocos. Y eso por mucho que despotriquemos sobre si la afición actual sabe o no sabe, cuando surge, la gente ruge, entonces sí de forma estentórea y se hace cómplice del toreo natural y de buen gusto. Ayer mismo se comprobó, transcurría la tarde de manera anodina, en esos parámetros del voluntarismo tan actuales, pases y más pases, unos buenos, otros mejores, otros regulares, diría que ninguno malo pero monocordes. Las faenas y la tarde avanzaban sin que se apreciase comunicación alguna. Los toros embestían correctamente, los toreros insistían, el público lo agradecía, hasta les aplaudía, seguramente porque tocaba aplaudir, pero apareció ese Aguado y sin inventar nada, solo toreando con naturalidad, con pausa, sin aspavientos, cambió todo. Lo hacía como si no quisiera vender nada, sabedor de que todos queríamos comprar aquel toreo novedoso que, en realidad, es el toreo de siempre. La muleta cogida con mimo, dos dedos, en su caída natural, ni atrás ni groseramente adelante, nada parecía precocinado de tal manera que cada muletazo era consecuencia del anterior, y claro, se encendieron las vías de comunicación y el público asentía feliz ¡eso sí! ante lo que para muchos de ellos era un descubrimiento.

No quiero que entiendan los lectores ni mucho menos Aguado -eso sería abortar un gran proyecto- que fue un éxito rotundo, lo de ayer fue solo una muestra de lo que puede ser un impacto el día que un toro le quiera coger la muleta con emoción y este Aguado deje fluir su toreo sevillano, pero sevillano de los de los hondos. Lo hizo en su primero, del que le concedieron la oreja, y lo apuntó en su mastodóntico segundo. Bienvenido.

De la tarde está dicho todo. No cabe afearles nada a los otros espadas. Lorenzo hizo cosas de calidad, con buen planteamiento pero costaba un mundo que traspasase las candilejas. Luis David es torero más vibrante y esta vez mezcló pasajes de buen asiento con otros más movidos.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 14/03/2019

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