Zaragoza ha dejado buen sabor de boca. Simón Casas acertó con la feria y la afición de la tierra respondió ejemplarmente con entradas que dieron fe de que esta feria y esta afición estaban vivas. Vivas aunque dormidas, o aburridas, o cansadas de gestores que hicieron daño a la Fiesta y a los que pasan por taquilla. Y también a los trabajadores de la plaza. Pero han llegado buenos vientos y Zaragoza vivió un otoño primaveral en su histórica plaza.
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