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Al pan, pan, y al vino, vino

Una vez más he cometido el error de “oír” una corrida de toros. Y una vez más, también, me he convencido de que las corridas son un espectáculo para verlo y no para oírlo. Con razón se anuncia el canal Toros como “pagar por ver”. Y la consecuencia de lo visto, en razón de lo oído, es que la corrida de Fuente Ymbro de esta tarde en Madrid no ha servido para el triunfo de El Cid, De Justo y Ginés Marín. Y es que a ningún crítico del “Bel canto”, vulgo Ópera, se le ocurre echarle la culpa a la orquesta, a los decorados, ni al libreto si tenores, barítonos y “prima donas” petardean.

La corrida de Los Romerales ha estado muy bien presentada de peso, trapío y lámina, y sin embargo he tenido que oír algo parecido a que “lo mismo que se echan toros para atrás por falta de trapío, tendrían que echarse por exceso”. ¡Cógeme esa mosca por el rabo! Pero nadie dice nada de la carnicería en que convierten algunos picadores la suerte de varas, confundiéndola con el campo de exterminio de Mauthausen.

Dejar que el toro se meta debajo del caballo para ensañarse con él, con todas las ventajas para el caballista, no es picar bien, es dejar al toro inservible para cualquier clase de lucimiento de su matador. Y esta tarde, como otras muchas, se ha picado rematadamente mal. La realidad de la corrida de Gallardo es que se podrían haber cortado varias orejas, en algunos casos con más acierto con la espada y en otros con un mayor entendimiento de las condiciones de lo que se está lidiando o con un tercio de varas menos sañudo. ¿O es que la culpa de que salgan las cosas mejor o peor en una corrida es en exclusiva de los toros? Pues no, también hay matadores que, por fas o por nefas, no entienden los toros que les tocan en suerte, los pican en demasía, les equivocan los terrenos o se comportan con ellos como si les hubieran tocado en desgracia.

De los seis toros, cuatro al menos han salido desorejables, y quien lo niegue o no sabe lo que ve o lo dice intencionadamente, por hacerle la puñeta al ganadero. El Cid ha podido tocar pelo pero para él, gran torero sin duda, la espada ha sido un quinario durante toda su carrera, y hoy también. Emilio de Justo ha estado bien como torero, pero tampoco ha acertado a espadas. Y Ginés Marín, que tiene buenas maneras y quiere hacer las cosas bien, y las hace muy a menudo, con un poco más de vibración en su manera de andar con los toros se llevaría más orejas en el esportón muchas tardes. Pero señor mío, es que hay tardes que a uno le entra sueño viéndolo torear. Y hoy ha sido una de ellas…

Se da por supuesto que estas cosas debe ser duro decirlas por un micrófono. Y se comprende. Y más si el que las tiene que decir es buena gente, como es el caso. Ahí puede estar el quid de la cuestión, porque yo no he visto nunca a Pavarotti narrando los avatares de una ópera interpretada por Plácido Domingo, Carreras, La Fontaine o la Caballé…

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Al pan, pan, y al vino, vino

Paco Mora

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