Categorías: Opinión

Algo se muere en el alma

La tragedia en el ruedo siempre está dentro de lo posible, si no el toreo no tendría la grandeza que tiene. Pero jamás se espera. Se presenta de improviso y a todos nos sorprende y nos anonada. Sólo saco en claro lo poco que podemos influir los seres humanos en el hecho de permanecer vivos.

Estoy todavía bajo la catarsis que ha producido en mi ánimo la muerte de Iván Fandiño. La tragedia en el ruedo siempre está dentro de lo posible, si no el toreo no tendría la grandeza que tiene. Pero jamás se espera. Se presenta de improviso y a todos nos sorprende y nos anonada. Hoy, el diario vivir me parece menos atractivo, y tratando de darle vueltas en mi cabeza a las circunstancias que rodearon la cornada mortal del torero de Orduña, sólo saco en claro lo poco que podemos influir los seres humanos en el hecho de permanecer vivos.

Tuve con Iván Fandiño una relación que se circunscribía al saludo cordial y a momentos de conversación en el callejón de alguna plaza de toros. El torero, que ahora estará en la gloria que Dios tenga reservada para los que mueren en la arena, era una persona sumamente educada que inspiraba confianza y daba la sensación de ser un hombre sin rincones ni aristas. Fandiño era como era, y si algunos creían ver en él una actitud de la clásica “chulería” del torero que se cree un elegido de los dioses, se equivocaban de medio a medio porque ese empaque era la coraza con que salía cada tarde a jugarse la vida en el palenque, sin la mínima reserva.

Iván era todo humanidad, sentido común y comprensión de la realidad. La última vez que hablé con él me dijo: “Ya ve usted Mora; en esto cada día tiene uno que comenzar de nuevo y lo pasado no cuenta… al menos para bien”. Supongo que se refería a la circunstancia de que, en su última actuación de Madrid, el pasado San Isidro, un sector del público venteño no supo respetarlo, comprendiendo que el material que había tenido delante no daba para más. Su gesto, al decirme esto, era de resignada tristeza.

Fandiño ha sido un auténtico luchador, como lo fueron los toreros vascos anteriores a él, desde Martín Agüero, uno de los mejores estoqueadores de la historia del toreo, al que conocí y traté bastante en Barcelona, adonde viajaba muy a menudo para visitar a su hija, que tenía en la calle Hospital de dicha ciudad una tienda de material ortopédico, hasta José María Recondo y los hermanos Manolo y Miguel Chacarte. A Cocherito de Bilbao, como es natural por razón de mi edad, no llegué a conocerlo y sólo sé de él lo que cuentan las historias de la Tauromaquia. Pero parece que también fue un “tío” de una pieza.

Pero, la muerte de Iván Fandiño me ha roto todos los esquemas y que nadie me diga aquello de que “siempre caen los mejores”, porque es un contrasentido que se escapa a mi comprensión. Como en la canción del amigo que se va, también a los buenos aficionados, cuando un torero cae en el ruedo algo se nos muere en el alma…

Acceda a la versión completa del contenido

Algo se muere en el alma

Paco Mora

Entradas recientes

Colombo: "El segundo tenía buena condición pero se desgastó en el caballo"

Declaraciones de Colombo en la quinta de San Isidro

22 minutos hace

Román: "No suelo dar vueltas al ruedo pero me la han pedido"

Román dio una vuelta al ruedo tras pinchar una meritoria faena al manso pero encastado…

31 minutos hace

Morante y Ortega, mano a mano de campanillas; Roca Rey gesto con Victorinos... en un Ferión en Santander

La empresa Lances de Futuro ha cerrado los carteles de la próxima Feria De Santiago…

43 minutos hace

La de Pedraza de Yeltes de la quinta de San Isidro, en imágenes

La quinta de San Isidro, en el objetivo de Iván de Andrés

1 hora hace

José María Trigueros, a quirófano este jueves

El torero presenta una severa fractura del cúbito en su brazo derecho, misma extremidad que…

2 horas hace

Román, silencio en el cuarto

Toros de Pedraza de Yeltes para Román, Jesús Enrique Colombo e Isaac Fonseca

3 horas hace