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Andrés Manrique, primera oreja de la feria de Manizales

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Con un encierro bien presentado y encastado, se dio apertura a la sexagésima séptima temporada taurina de Manizales. Un factor común, la poca fuerza de los novillos que condicionó el desarrollo del festejo; los novilleros, con diferencias, tuvieron disposición aunque no muy buenas decisiones, que terminaron por pasarles factura. El otro factor común, la casi desaparición del primer tercio, apenas picotazos, y el que podía ser, el quinto, porque el novillo tenía codicia y pedía pelea, terminó en el yerro de Cayetano Romero abriendo una zanja que casi expone el costillar del novillo. 

El triunfador de la tarde con una oreja fue el más veterano de la terna, Andrés Manrique. Suficiente premio para una faena al que abrió plaza, en la que hubo condimentos, pero faltaron las esencias. Andrés está cada vez más asentado, más depositario de la herencia de su padre, y eso es una ventaja que ha ido dejando ver en su manera de torear. Cuando se sintió cómodo desgranó una serie con la derecha que hizo presagiar que la faena  podía tomar ese rumbo, pero no se comprometió al natural y esa renuncia prematura le desajustó el libreto, que luego devino en altibajos. La colocación correcta para torear con la izquierda vino en el colofón, y solamente dos naturales ligados fueron escasa antesala de la estocada tendida pero efectiva que le entreabría la puerta grande.

Pero Andrés cometió un error en el segundo turno, desatendió las voces de César Rincón a quien brindó el toro, y alargó ingenuamente una faena que hubiera podido terminar en triunfo grande, porque tuvieron transmisión toro y torero. A los cites de largo con la mano derecha, el novillo fue con temple, y Manrique supo administrar virtudes y defectos del animal, para pasarlo con hondura y sin atacarlo de más porque entre esos defectos estaba la falta de fuerza, y entre las virtudes que era encastado, aunque sin clase ni fondo por el pitón izquierdo. Pero lo hecho con la derecha, la elección de la distancia y la altura, contrastaron con la ambición, pues ya Rincón y hasta el padre de su compañero de cartel le habían sugerido rematar para que la estela que trascendiera fuera la de la faena que estaba hecha y que había alcanzado consenso por precisa, por templada, por seria. Si de algo sabe Rincón, es de toros, y atragantarse de faena por terquedad pareció rasgo inconfundible de los que aún tienen bastante por entender antes de aspirar a ser matadores de toros. Nos dejó Manrique con el triunfo atorado también a los presentes en la plaza.

Gitanillo de América hijo no tuvo mucha suerte con su lote; ambos novillos se desfondaron pronto y no pudo desplegar lo que se necesitaba, pues con esta afición estaba en deuda. Solamente el hecho de verse anunciado en este cartel de una feria de primer nivel hubiera merecido mayor entrega en el primero de su lote, pero apenas encendió una chispa con tres largas cambiadas en el recibo, para después seguir la línea del soso Achury. En el quinto, con el público predispuesto por el fallo monumental del picador, ni el gesto de hacerse cargo del tercio de banderillas contribuyó a voltear la papeleta. Un sector del público le endilgó al desacierto de la vara la blandura del novillo, pero quizá no se percataron que fue un defecto de salida. Con la espada terminó de descomponer el conjunto, y escuchó el aviso después de cinco pinchazos.

Anderson Sánchez, precedido de un indulto incontestable en Cali, no logró ratificar su concepto con contundencia. En el tercero de la tarde, por su fallo a espadas después de una faena que tuvo pasajes de torería natural, como el inicio cambiándoselo por la espalda y pasándoselo muy cerca, y una conexión con el público que lo jaleó con júbilo después de una segunda serie con la derecha, rotunda. Faltó consejo oportuno, porque Anderson se limitó a las tablas y allí el toro se defendió por manso. 

En el sexto valió la estocada, la mejor de la tarde, hecho meritorio teniendo en cuenta que por el pitón derecho el novillo era solo peligro. Puso en aprietos a los experimentados subalternos de la cuadrilla de Anderson, y se desplazó por el ruedo con codicia, pero muy poca clase. La porfía por el pitón izquierdo fue un gesto de pundonor que también suma al presagio de que en Manizales aún está por verse la mejor versión de Anderson Sánchez. En otra ocasión será. 

Manizales (Colombia), lunes 3 de enero de 2022. Novillos de Achury Viejo, bien presentados, de juego dispar pero encastados, aplaudidos en el arrastre el primero y leves palmas al tercero; pitados segundo y sexto, silenciados los demás. Andrés Manrique, oreja y silencio; Gitanillo de América, silencio y silencio tras aviso; Anderson Sánchez, silencio tras aviso y silencio. Saludaron por sus pares de banderillas Ricardo Santana y Anthony Dickson, en el tercero, y Carlos Rodríguez en el cuarto tras una actuación excepcional en los dos pares. 

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Andrés Manrique, primera oreja de la feria de Manizales

Paulo A. Sánchez

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