La atención del mundo taurino estaba puesta en la México. Había motivos sobrados. La historia, la de aquel país, el otro país donde los toros son fiesta nacional escribió el gran Fernando Vinyes; la de la plaza donde tantas grandes gestas se plasmaron, en el recuerdo Manolete, Silverio, Camino, Capea, Manzanares…; el ayuno invernal que a estas alturas del calendario ya comienza a pesar en el estómago de los aficionados; hasta la mismísima historia frustrada de esa corporación administrativo-taurina Madrid, México… que no cuajó lastrada por la racanería de una oferta, todo salpimentaba de morbo el momento; los propósitos de enmienda, también de mejora se entiende, de la nueva empresa; el cartel inaugural, muy fuerte, una concesión al país, Zotoluco y la pareja Manzanares/Talavante que a día de hoy son tándem de máximo rango artístico en cualquier plaza, valía por sí solo la expectación, insisto, todo sumaba interés y morbillo a la cuestión. ¿A ver qué nos hemos perdido, a ver qué vamos a ganar?... ¿Dónde estamos?... Paren las rotativas, aguanten la primera, aparquen el sueño… No es tarea fácil, esa media hora de retraso en el comienzo de los festejos impuesto por la nueva empresa hunde los cierres a este lado del océano. Si valiese la pena importaría menos. Con ese ánimo y esas dudas nos sentamos frente al televisor en un sábado que como tantos otros había estado consagrado al fútbol. ¿Valió la pena?... habrá que esperar.
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