Que el país esté viviendo tiempos revueltos no tiene porqué afectar a las tradicionales buenas prácticas que hacen de lo taurino, en lo que tiene de negocio, algo serio en el que están en juego carreras y fortunas. Ahora que tanto se habla de la excelencia como base para la concesión de becas y ayudas para la educación, no podemos despreciar el esfuerzo de los toreros que demuestran su suficiencia en cualquier plaza importante -y no digamos Madrid- en las que se ven raramente anunciados. Y no digamos si esos toreros son jóvenes y nuevos en un escalafón tan necesitado de renovación. Pamplona en su serial de San Fermín es un buen ejemplo a seguir. Ningún torero que se justifica en él deja de figurar en los carteles del año siguiente. Y así, algunos de ellos, durante años y años independientemente del lugar que ocupen en el ranking de corridas toreadas.
