Aquí Adame se coloca como puede y allí todos quieren torear con él. Creo que es posible que México saque una nueva camada en dos o tres años similar a la que tuvo hace tres o cuatro.
Regreso de Roca Rey en Lima, mano a mano con El Juli, en un choque de trenes ilusionante. Irrupción de Luis David Adame en Aguascalientes, mano a mano con el número uno en México, su hermano José. Bogotá anda tratando de cerrar un gran cartel para el 29 de enero, con aires también de mano a mano que me dicen será imposible: César Rincón y José Tomás. Hay ciudades y plazas que buscan argumentos de manos de sus empresarios. Idear carteles más allá de lo previsible, dando razón de ser a cada plaza y a cada afición. Esa es la sangre del toreo, que cada ciudad tenga la ilusión de ver algo que les haga gastarse el dinero con alegría.
Lo malo es que, ahora mismo, ya se anda mirando quién va a torear con quién y con qué toro, en un avance donde el apoderado de turno impone o quita o insinúa poner y quitar. Demasiado pronto, excesivamente pronto pues, además del análisis de justicia de la temporada pasada, América debería de contar. Eso o sólo es una insinuante forma de ganar dinero y una certeza de que no tiene crédito. Y si no lo tiene, dicen, es porque tiene un toro chico, pequeño, una fiesta chica y pequeña. Y no es así. Es su fiesta, la que pueden tener. Mejorable, sin duda, pero muy respetable y, créanme, tanto como la mayoría de las corridas respetables de ferias de segunda y alguna de primera de España.
Lo que le sucede a América es que las capitales de sus países están en estado de letargo o secuestro. ¿Cómo se van a dar toros en Caracas, esa plaza de historia ilustre? Quito, ya saben cómo anda. No anda. Lima trata de relanzarse a través de Roca Rey y la nueva empresa en una tarea difícil. Bogotá estuvo sin toros y ahora habrá un trabajo enorme para recuperarla. Y México DF. México tuvo un nuevo aire en el último año, de mano de Palillo, es cierto. Pero el DF y su embudo de Insurgentes necesita una terapia más a fondo, paso a paso. Desde la mejora y acondicionamiento del propio coso, que está para el arrastre y sin cuidado alguno, hasta ganar la credibilidad del toro (no por el tamaño sólo sino por los amaños, los sobreros, esa especie de ristra de todo vale y nada sirve) y la programación acorde con la ciudad, su público y su afición.
No se trata de trasladar una programación “a la española” en esta plaza, sino de hacer una fiesta coherente que le dé crédito. Una fiesta que le sirva a lo mexicano, toreros y ganaderías, y que se sirva de lo español. Se sirva de los que dan valor añadido porque, ya se sabe que es casi imposible hacer un ida y vuelta entre allí y aquí. Aquí Adame se coloca como puede y allí todos quieren torear con él. Por eso de la gente y la taquilla. Yo creo que es posible que México saque una nueva camada en dos o tres años similar a la que tuvo hace tres o cuatro años. Y cuando salga, espero que se la gestione algo mejor que se hizo con los Payo, Macías, Sánchez y compañía. De algún modo, se confió algo más en ellos aquí que allá. En su país fueron siempre una especie de sí pero no a la espera de la salvación por parte de la madre patria.
Hay una cosa más que resultará irreversible. Que el ganadero mexicano ha de abandonar la protección casi paternal de la sangre de lo de Saltillo y abrirse a ese otro toro que sí hay en México. Probar si se aclimató y se acondicionó para esas faenas más largas que las que se le hace al toro en España. Tratar de acomodar el toro para los años y las décadas próximas en una especie de apertura y apuesta. Algo que, genéticamente, creará mayor riqueza y que, en el espectáculo, va más allá de la reiteración de embestidas matizadas por un toro que es un enigma a descifrar, muy difícil de torear si no es buen torero, pero enigma, casi siempre exclusivo del último tercio. Añadir algo al toro, dotarle de una mayor impronta en la salida a la plaza y en los primeros tercios, es mucho más importante que el tamaño. No se puede pensar que buscando subir el tamaño, estamos dando la solución a escasez de bravura antes de la muleta. Al contrario. Si sólo buscan tamaño, el toro mexicano del futuro estará condenado a ser por siempre sólo un enigma y sólo en la muleta.
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