Aquel día en que El Cordobés cortó un rabo de un núñez en Sevilla…

La crónica que en El Ruedo firmaba Don Celes sobre aquel glorioso capítulo, aseguraba que en El Cordobés “hay todo un torero de época. Marca sencillamente ésta que tenemos y entraña, define y realiza toda una revolución. Durante dos temporadas El Cordobés tenía, en su contra, los trompicones continuos, la muleta arrugada, la suciedad de lo que hacía. Ahora ya domina lo que ha “inventado”, lo que tiene de positiva e innegable “innovación”, consistente fundamentalmente en haber dado un paso más en la cercanía del toro. Si Belmonte dio un paso hacia el toro, éste ha dado dos”.

Sobre la actuación de El Cordobés en aquella tercera de Feria de Abril, subrayaba Don Celes: “Las dos faenas fueron similares y la descripción de la una implica la de la otra. Faenas largas, en las que, sin embargo, no hubo nada aburrido, ni nada que sobrara. Faenas ligadísimas, de una sola pieza, en las que la cantidad y la calidad anduvieron al mismo nivel. Faenas de mando. De mando tan perfecto, pasando el toro tan cerca, rozando al torero sin atropellarlo, que el mando casi se hace invisible”.

La crónica añadía: “Mientras, sonó la música, pero no la oímos porque la multitud rugía de entusiasmo, con paréntesis de silencio sobrecogida también. (…) El público, entregado a él hasta grado de apoteosis, pidió la oreja antes de que se echara a matar en el sexto, con unanimidad maciza, y cuando se tiró a matar, de verdad, echándose sobre el morrillo, agarrando una gran estocada, el presidente concedía la primera oreja sin esperar a que doblara el toro. Cuando éste lo hizo, al primer descabello, el presidente agitó tres pañuelos blancos a la vez, con las dos manos, cosa sin precedentes en esta plaza”.

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