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Aquella furia, aquella pasión, aquel tiempo…

Arrancaban los años sesenta y España volvía a sonreír. Era el despertar de un tiempo terrible en el que los españoles se habían roto el alma y las ideas a tiros y necesitaban una ilusión nueva. Era el momento para la llegada de un ídolo, a poder ser festivo, que aliviase sus duelos y representase sus aspiraciones, alguien que triunfase como a ellos les hubiese gustado triunfar. Alguien que rompiese las normas y las amarras, un iconoclasta que se pusiese el mundo por montera, alguien alejado del oficialismo. No lo buscaron, lo encontraron. Fue un tipo que estaba a punto de dar el futuro por perdido. Listo, duro, descarado, sufrido... Había recorrido el camino que le había tocado recorrer a numerosos españoles más allá de las ideas que tuviesen. Del campo a la ciudad. De la desesperación al acomodo. Él lo había logrado en unas dimensiones que ni él mismo podía imaginar. Pasó de la desconsideración social a la entronización oficial. Del hambre a la opulencia. De las abarcas al avión. Todo con descaro, con la estética de aquella Europa que nos había estado prohibida: el flequillo, la sonrisa, la playa, las vacaciones, el utilitario, la esperanza, la tele... Su éxito tenía mucho de revancha y liberación. No hace falta decir que los cánones del toreo fueron minucias en sus manos y el sistema empresarial un juguete y la crítica, la más dura, bombitas a un Capitán América que todavía no había nacido, a nadie importaban. Aquella furia más que taurina, social -pero qué es el toreo si no se incrusta en la sociedad- se convirtió en un símbolo. Hay que haberlo vivido para comprenderlo. Como la transición. El elegido se llamaba, se llama, Manuel Benítez “El Cordobés”. Todavía nadie superó su impacto. Ni el social ni el económico ni el de la responsabilidad en la plaza: cuando había que triunfar… triunfaba. Y no era mala su mano izquierda, ni le faltaba el ánimo ninguna tarde, ni hizo mayores tunanterías (toreras) de las que intentaron otros, las mismas que disfrutaron esos otros revestidos de santidad.

Este documental de la gran videoteca del NODO resume perfectamente aquel ¡fenómeno! al que bastó con decir que se retiraba para que temblase el toreo. “El Cordobés es noticia” titularon en “Imágenes”. En realidad lo era cada día. Ahora andamos, el toreo y la sociedad, necesitados de otro ídolo que nos gane la guerra presencial, de lo contrario vamos camino de ser transparentes. ¿Quién será, cómo será?... Esa es la cuestión, la gran duda, el misterio. ¡Ah! y que sea pronto. No hay que olvidar que para que existan los clásicos hacen falta los revulsivos. Luego ya discutiremos. No es nada nuevo, junto a la furia de Benítez pudimos disfrutar de los mejores clásicos.

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Aquella furia, aquella pasión, aquel tiempo…

José Luis Benlloch

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