La corrida de Cebada Gago que se lidió en Arles el Domingo de Pascua fue cinqueña. Los seis. Veinticinco toros en puntas fueron saltando a la pista oval del Anfiteatro a lo largo de las cuatro jornadas de las Pascuas taurinas. El abuelo de los veinticinco fue un Lagarto número 4, 545 kilos, sardo y algo acapachado, con las mazorcas finas tan distintivas del toro tipo de los Cebada. Habría cumplido en agosto los seis años. Estaba muy bien comido, se movió con sorprendente ligereza. Fue, junto a un sexto de Alcurrucén jugado casi de noche en Viernes Santo, el de más pies de toda la Pascua.
Y fue, según juicio unánime de jurados y periodistas taurinos, el toro de la feria. Cinco varas, la última de ellas cobrada en la contraquerencia -la puerta de cuadrillas y la de la enfermería-, que es el terreno donde tienen que picarse necesariamente los toros de la corrida concurso.
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Arles o las Pascuas serias
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