Abellán recibe el alta hospitalaria con la felicidad de saberse ganador y de haber cuajado una tarde de reconocimiento unánime en Las Ventas
“Estoy feliz. Dolorido pero muy feliz. La del viernes fue de las tardes más emocionantes de toda mi carrera. De las más épicas, de las más impactantes. No salí a la plaza con intención de acallar ninguna boca sino de demostrar mi compromiso conmigo mismo y con mi profesión. Decía Antonio Ordóñez que hay días en los que tienes que dejarte matar y triunfar a golpe cantado. Eso fue lo que hice. Asumí el riesgo, crucé las líneas sabiendo que estaba entregando mi vida a Madrid y a mi profesión”. Estas han sido las primeras reflexiones de Miguel Abellán tras abandonar hace unos minutos la Clínica Virgen del Mar de Madrid. Cansado pero satisfecho, el diestro salía camino de su domicilio y con intención de acudir esta tarde a un chequeo completo en la Clínica Quirón: “Don Máximo García Padrós me ha hecho pruebas y está todo perfecto. Pero como tengo el tema del catéter en el riñón voy a ir a que me revisen los mismos médicos que me atendieron”, aclara.
Sobre las sensaciones internas que guarda, mascadas durante las 48 horas que han transcurrido desde el viernes, Miguel Abellán afirma: “El esfuerzo mereció la pena. Espiritualmente necesitaba una tarde así. Necesitaba sentir el cariño de Madrid, defender mi feudo, mi plaza, mi afición, mi crédito y mi reino que es la plaza de Las Ventas”. Más allá del valor, del ser consciente de haberse jugado la vida, Abellán explica la entidad de su toreo puesto en valor por la crítica y gran parte de la afición: “Además de ser un torero de raza y de amor propio, mi concepto ha ganado en templanza. Creo que hubo momentos en los que Madrid comprobó que ahora me guío más por la estética, por cómo me encajo con los toros, por quebrar más la cintura”.
Hubo momentos muy críticos durante el pasado viernes. En la enfermería Miguel Abellán tiró de esa entereza que ha sido siempre su seña de identidad. “Estuve 15 minutos con oxígeno, con la tensión muy bajita y muy desgastado por los golpes. Todos me dijeron que no podía salir y además sabíamos que teníamos de segundo toro que era una mole. No me importaba. Tenía que ser fiel a mí mismo, no me hubiese permitido otra cosa. Me jugué el todo por el todo y gané”.

