Categorías: Opinión

¡Atención a la novillería!

Valencia está vibrando con la esperanza de que tres novilleros, Borja Collado, Polope y Camps, ofrezcan nuevas glorias a España, como canta el himno de la región. A la España taurina, por supuesto. Los tres han encendido en la afición valenciana la llama de la ilusión. Collado ya está toreando con los del castoreño, Polope debuta con ellos el próximo día de San Jaime y Camps no tardará en seguirlo, si lo que dicen los que lo han visto no se equivocan. De entrada, es interesante reseñar que hacía años que los nombres de tres novilleros valencianos no iban de boca en boca como ocurre con los referidos. Algo debe tener el agua cuando la bendicen, y en lo que a mí respecta, Collado me parece un novillero muy interesante y en lo que se refiere a Polope, espero con ilusión el día 25, porque lo he visto un par de veces y creo que tiene condiciones para irrumpir en el escalafón novilleril con fuerza. A Camps no lo he visto todavía, pero aficionados de mi confianza me han dicho que puede ser…

Valencia fue siempre una buena plataforma de lanzamiento para el mundo novilleril. Ahí están las épocas de Litri y Aparicio, Pedrés y después Fabra y tantos otros que, con más o menos suerte y recorrido, arrancaron sus carreras en la plaza de Monleón de la calle Xàtiva de la ciudad del Turia. Pero no cabe ignorar que hoy las novilladas significan para las empresas un factor de riesgo extremadamente peligroso, incluso ruinoso, ya que el costo de su montaje se sale de lo racional. El precio de los novillos y las cuadrillas así como los diversos y abundantes gastos que lleva consigo anunciar una novillada, a los que hay que sumar los leoninos impuestos que gravan ese tipo de espectáculos, hacen que las empresas se tienten la ropa antes de dar el primer paso.

Situación que hay que tratar de corregir porque las novilladas son la base de la continuidad de la Fiesta como espectáculo, y si no se celebran novilladas, el toreo quedará estancado y la necesaria renovación del escalafón superior acabará siendo poco menos que un imposible. Lo primero que debería tener en cuenta Hacienda es que los novilleros no son profesionales sino “estudiantes” o “aprendices” si se quiere, que no cobran, y al contrario invierten, ellos o sus mentores, en el aprendizaje que es al fin y al cabo el objetivo del escalafón novilleril. Si a todo esto unimos que los precios de las localidades son bastante más bajos, y la asistencia mucho menor que en las corridas de toros, se entenderá mejor que las empresas se lo piensen detenidamente antes de meterse en lo que puede ser una aventura antieconómica.

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¡Atención a la novillería!

Paco Mora

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