Conocí de primera mano los pormenores de los celébres tres pares de banderillas de Ignacio Sánchez Mejías, vestido de calle, a un toro de Martín Agüero en la cuarta y última corrida de la Feria de Abril de Sevilla del año 1925. Y fue el propio torero bilbaíno quien me contó las circunstancias que llevaron al cuñado de Gallito a lanzarse de espontáneo al ruedo de La Maestranza con su elegante traje oscuro de buen corte, zapatos de tafilete, corbata de seda y sombrero flexible de señorito fino. Agüero, allá por los años setenta viajaba mucho a Barcelona para pasar unos días con su hija, que era propietaria de un negocio dedicado a la Ortopedia en la calle Hospital de dicha ciudad. Hija que, por cierto, era muy conocida por su apasionada afición, que se hacia notar en el tendido, pues no se perdía ni una corrida de toros en las plazas barcelonesas -Monumental y Las Arenas-, ni se callaba una opinión molestara a quien molestara.
