Bilbao con mayúsculas. Pasional, torero y bravo, necesario, baluarte en territorio taurinamente amenazado, lo advierto porque conviene no perder la conciencia de la peligrosa realidad que vive y no gastarse en guerras intestinas. Es Bilbao, descomunal en tantos y tantos matices, en la plaza, en la mesa, en la tertulia; social y serio a la vez; estimulante, todo el mundo quiere triunfar, nadie se guarda nada, tampoco las figuras o menos aún las figuras; polémico, ese Matías en el vértice de todas las controversias; contradictorio por momentos, aquella bronca a Padilla cuando volvía de jugarse la vida, pura angustia, una moneda al aire, no corresponde a la categoría de la plaza y por mucho que la quieran disfrazar de rigor, ese no es mi Bilbao, a un tío que ha puesto al fresco el gaznate no se le silba, se le respeta, ya quisiéramos que otros…; tampoco fue de Bilbao alguna corrida, la de Cuvillo mismamente y no porque fuese chica ni grande sino porque no era el toro tipo de Bilbao que tanta categoría le da a todo lo que se cuece en Bilbao aunque a su favor está, y no es poco, que diese pie a las brujerías de Morante, lo mejor entre lo mejor que se ve por esas plazas de Dios, en demasiadas pocas para lo que sería necesario. ¡Que lo enseñen en las escuelas! y no sólo en las taurinas es lo que pediría yo, porque aunque eso no se aprende sí se disfruta y más de uno podría desentumecer los ojos abotargados de tanto chute anglosajón y demás malignas influencias que nos atacan.
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Bilbao, pasional y torero
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