La luna llena de abril trae a Arles los toros de la feria en sesión continua. Se hace un hueco de poco más de dos horas para comer. Antes y después de comer, toros. Cinco horas de espectáculo. También en las plazas francesas ha cundido la depravada moda de que una corrida, del tipo que sea, tenga que durar por sistema dos horas y media si no más.
La regla clásica de la puntualidad hubo de ser soslayada en la matinal del lunes de Pascua. El 5 de abril. El día de los rejones. Lleno hasta los topes en el anfiteatro romano. Colas de hormiguero, de las antiguas. Se demoró el comienzo diez minutos. El circo es un edificio excepcional: no se puede abrir más puertas que las disponibles. No más de diez. Con sus cancelas de forja y su suelo empedrado tan distintivo. Al pisar los corredores de la plaza se tiene la impresión de caminar por una calzada romana de hace dos mil años.
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