La Revolera

Bonjour Tristesse

Paco Mora
domingo 23 de agosto de 2020

Bonjour tristesse debería ser el saludo al nuevo día de cualquier hombre o mujer consciente de la realidad que estamos viviendo hace seis largos meses. Como padres, como hijos, como hermanos y como amigos no cabe otro modo de comenzar la larga jornada que nos espera. Los primeros días de la pandemia el teléfono sonaba muy a menudo, pero ahora hay que comprobar constantemente si ese artilugio que nos tenía en vilo se ha quedado sin carga o ha muerto de aburrimiento por falta de uso.

En contrapartida tenemos la ventaja de habernos podido percatar de si los pocos semejantes que teníamos por amigos lo siguen siendo, no lo fueron nunca o eran flor de un día. Los hay que uno creía amigos del alma y ni siquiera han sido capaces de descolgar el teléfono para dar el pésame por la muerte de un ser querido. A estos, yo al menos, los he borrado no solo de la memoria del artilugio que inventó Bell sino incluso de la mía. Ahora me doy cuenta de que eran seres absurdos sin alma, pobres animalitos que solo tienen de personas que andan a dos patas.

De esta muchos saldremos, si es que salimos, con el alma más dura que el pedernal, para todos aquellos que solo se han dedicado a mirarse el ombligo, acojonados y con el corazón encallecido por el miedo y el egocentrismo. Sin embargo esta realidad ha obrado el milagro de que los amigos de verdad hayan superado la prueba del nueve. Serán pocos, pero cabales y merecedores de que uno se rompa el alma en su defensa si fuera necesario. A los otros, que Dios los ampare. Animalitos…

Y lo referido, en el mundillo del toreo se ha notado más si cabe que en ningún otro. La palabra amigo entre toreros, ganaderos, empresarios del ramo, periodistas y aficionados no pasa de ser una entelequia. Haberlos haylos, pero qué poquitos… Por eso, ¡caretas fuera! No las quirúrgicas, que esas deben seguir embozándonos mientras dure la guerra, por el bien de todos aunque algunos que uno creía personas normales están pidiendo a gritos, con su comportamiento, no solo el bozo sino también el cencerro al cuello.

Y conste que esto que acabo de escribir no es un grito de rabia sino un quejido de dolor…

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