Jornada de campo. Arriba, toca madrugar. De Sevilla a Medina, parada en la Venta Pascual, de Medina a San José de Malcocinado, de Malcocinado a Benalup y de Benalup a Rehuelga, la cuna de los buendía, se podría decir también, sería correcto, de los santacoloma o de los saltillo y en lenguaje moderno de los grises, con perdón. En sus cercados ya estaban las vacas madre de la familia Buendía en los tiempos de mayor esplendor de la divisa. Noventa años después allí siguen. Ahora reducidas a la estricta esencia genética tras las particiones familiares de 1996. En Rehuelga está la parte que se hierra con el 4B...
- Son distintos, Buendía is different, esa es su divisa: la viveza en la lucha, su templanza en la entrega -cuando se les puede, claro-, el brillo de sus capas plateadas que no admiten parangón con ningún otro cárdeno, su armonía, su belleza en tarro chico, sus leyendas, nadie olvida aquel Bravío de Saleri…
- “En los tiempos de mi padre íbamos a Madrid y a Bilbao pero con una camada de más de cien toros y otras exigencias. Han cambiado las circunstancias. Yo voy buscando el tipo de aquellos toros. Lo que pasa es que el toro que criaba él ahora sería imposible de lidiar. En plazas de primera ni pensarlo y en las de segunda seguramente tampoco llegaría, pero quiero acercarme en lo posible a su hechura”
- “Eran toros muy belicosos que daban un porcentaje de bajas muy alto. En casa teníamos dos cercados que llamábamos la enfermería, donde echábamos los toros heridos en peleas y siempre había tres o cuatro en cada uno”
- “La hechura es fundamental. Yo creo que el ochenta por ciento de los toros con hechuras embisten. También tengo otra creencia, que el toro más feo de la camada embiste seguro. Tiene su porqué. Normalmente es hijo de la vaca más fea y si la has dejado siendo tan fea es porque no tienes cojones de matarla por lo buena que ha sido”
- “En los tentaderos les doy muy fuerte en el caballo y luego les exijo que en la muleta sean buenos, pero prefiero dejar una vaca que haya cumplido muy bien en el caballo y que en la muleta no haya sido tanto porque de esas sí me puede salir la completa, al contrario no sucede, a lo contrario yo no le tengo fe”
- “Mi padre les daba ocho puyazos. Ocho, pero con la vaca parada. Los refilonazos o los picotazos no contaban. A las vacas hay que pararlas y que vayan. Que vayan galopando, que metan la cara abajo, que empujen con fijeza… Que vayan porque de verdad quieran ir”
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Bravura en tarro chico
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