Con la tauromaquia de Dámaso, el temple de Dámaso y el sitio de Dámaso, Javier Castaño, con su toreo macizo, serio y comprometido, conquistó Madrid...
Con la tauromaquia de Dámaso, el temple de Dámaso y el sitio de Dámaso, Javier Castaño, con su toreo macizo, serio y comprometido, conquistó Madrid en esta vigesimoprimera corrida del San Isidro de 2012. Siempre en el pitón contrario y ganándole al toro un paso en cada muletazo. Y se lo ha hecho al mansurrón tercero y al bravo último, que dio gozo verlo arrancarse al caballo desde el centro del ruedo y que fue picado como mandan los cánones. Castaño está en un momento en el que le fluye el toreo verité sin alharacas ni arrumacos, y además al final se pega el arrimón, entregado pero responsable, mandando siempre en un terreno que ha hecho suyo y que de seguir pisándolo le dará buenos réditos colocándole en muchas ferias de la geografía taurina española.
Castaño y Fernando Galindo, que dio un curso de buena lidia con el capote, han sido los dos triunfadores de la tarde entre los de a pie. Frascuelo, en esa escuela castellana del maestro Antoñete, ha estado en torero siempre con adversarios que no servían ni para tacos de escopeta. El mexicano Garibay, esforzado y profesional, no ha tenido material adecuado para el éxito. La corrida de Carriquiri, excepto el sexto que fue un buen toro, no ha recordado ni poco ni mucho a los toros navarros pequeñitos, fuertes de patas y bravos como tejones, de la leyenda. Poca casta, poca fuerza, mucha carne y respetable arboladura, ha sido la característica de la corrida. Varios toros, picados con saña, llegaron al último tercio extenuados e inservibles para el espectáculo taurino.