"Cuando llega Madrid me emociono de verdad. Es como cuando estás delante de una mujer, te pones nervioso y te tiembla todo", confiesa.
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Sebastián Castella fue uno de los protagonistas del programa "Aquí, El Toreo" que realiza cada martes el equipo de la revista Aplausos en la 99.9 Valencia Radio. El francés repasó lo que supuso para él la actuación con el bravo toro Hebreo de Jandilla al que le cortó una oreja el pasado viernes. "Poder cuajar un toro en Madrid satisface mucho, sobre todo si se trata de un toro bravo y duro como fue Hebreo. El toro tiene que estar a la altura de las circunstancias y éste, desde luego, no aburrió a nadie. Cuando salía de su cara, veía a la gente en pie y eso me hacía sentirme muy torero y feliz", afirmó.
"Hay que marcar las diferencias en las plazas grandes, donde tienes que estar bien sí o sí. Disfruté mucho con el toro, la única pena fue no matarlo de un espadazo como merecía. Como decía el maestro Paco Camino, hay siete u ocho tardes en la temporada en las que no se puede fallar si quieres ser figura del toreo", explicó Castella.
"Siempre busco torear mejor, más despacio, más reunido y con mayor estética. Esa es mi ambición. Después de tantos años hay que sorprender porque la gente te tiene muy visto. Afortunadamente está el toro, que te da la opción de marcar la diferencia y demostrar algo nuevo. El toro y el tiempo ponen a cada uno en su sitio", añadió.
A pesar de nacer en Francia, Castella se siente sevillano. Sin embargo, la plaza que más le hace sentir es Las Ventas, donde la semana pasada se reencontró con su público. "Cuando llega Madrid me emociono de verdad. Es como cuando estás delante de una mujer, te pones nervioso y te tiembla todo. Y eso es lo que me transmite esa plaza: nervios, responsabilidad y exigencia. Cuando vas una tarde y no pasa nada sientes que te falta algo, no sabes por qué no te están saliendo las cosas. Le tengo mucho cariño a Madrid y mi manera de devolverle ese cariño es intentar que pase algo siempre que toreo allí. Necesitaba esa oreja", apuntó.
"Habiendo cuajado una buena faena al primero, quizá no hubiese hecho falta jugarse la vida en el otro, pero torearlo con la mano izquierda como lo hice me sirvió para demostrar que estaba dispuesto a todo. El primer toro era para torearlo, medirme a él y enseñar sus virtudes, mientras que el segundo tenía más complicaciones. El público supo ver la verdad de mis dos faenas, demostrando su categoría y su saber", concluyó Castella.
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