En el hospital de la Santísima Trinidad se ha vivido una larga noche. Por la sala de espera y los pasillos del viejo hospital esperaban familiares, miembros de la cuadrilla y amigos que pasasen las horas en las que aún está presente el peligro. Todos daban gracias a Dios ante ese tabacazo que dejó sobrecogida a la plaza y la que puso su vida tan en peligro, que el doctor Ortega lo liberó de la muerte con sus manos de oro.
Verónica Gutiérrez, esposa de Miguel Ángel Perera, con la dureza y el dolor marcado en su rostro tras la larga noche respiraba más tranquila cuando por la mañana el mismo doctor Ortega le comunicó que la noche había sido tranquila para el herido, que no presentaba fiebre y su estado general era más bueno del esperado. Fue la noticia tranquilizadora para unas gentes que vivieron unas horas que se le hicieron eternas y tantas interrogantes se presentaban ante los momentos de dudas.
Abrazados todos a la esperanza de que siga la feliz recuperación, el suegro de Miguel Ángel Perera, el maestro El Niño de la Capea era consiente del duro peaje que hay que pagar, “Miguel Ángel lo da todo en el ruedo. Es una primera figura y jamás se escurre. Lo vimos ayer con esa tarde de perros y en medio del vendaval cuando se plantó de rodillas a recibir a su toro. Eso son gestos de figura. Desde esta mañana ya estamos más tranquilos”.
Lo mismo ocurría con Fernando Cepeda, su apoderado, quien paseaba despaciosamente y de vez en cuando ojeaba un periódico de la sala de espera, “ya estamos más tranquilos, pero de momento seguirá en la UVI al menos dos días más hasta que los doctores los consideren oportuno”, señalaba.
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