Más de cinco lustros lleva esta ganadería en manos de la familia Murube, tras medio siglo dirigiendo sus riendas los Urquijo. Al frente, José Murube. Llevando el peso de la historia. La de su familia, que creó este hierro y esta divisa en 1848. Ejemplo de afición, constancia, conocimientos y lealtad al encaste familiar. Los perfiles que un día se planteó su padre, se están cumpliendo, moldeando el prototipo de toro de esta casa y aportando matices nuevos en la embestida de este animal, como son la humillación y la plena fijeza. Su ritmo, su galope, su son, su pronta definición y la proporción de sus remates, dan personalidad a la casa madre de un encaste único.
Las últimas lluvias han venido bien al campo bravo. Aunque el invierno ha sido duro, la primavera trajo días de calor que provocaron que la hierba creciera y se secara el campo. “Estas aguas últimas han venido fenomenal, porque han llegado en el momento oportuno. Todo en la vida es malo por exceso y por defecto y en las últimas semanas la tierra se había resentido”, cuenta José Murube, propietario del hierro familiar y ganadero de alma y convicción. “El agua ha influido en el remate de los animales, eso es verdad; pero donde más se ha notado la crudeza del invierno ha sido en las mermas tanto de crías como de vacas. Las parideras se han resentido porque muchos becerritos han muerto, como también lo han hecho algunas vacas de esas que se mantienen viejas”, subraya.
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Con identidad propia
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