Desde que alguien localizó el clímax del fraude en el pitón afeitado, el toreo se salvó. De la nada. El afeitado, un fraude anciano que convive ahora con otro nuevo en sus antípodas, el sacar punta al pitón, fue designado el gran fraude del toreo. Todas las denuncias, miradas, análisis, polémicas, se dirigieron a la terminación del pitón de un toro. Si digo que fue una maniobra de distracción que dejó sin vigilancia a los grandes fraudes del toreo, puede que no acierte. Pero si afirmo que ha servido para olvidar los grandes fraudes del toreo, doy en la diana, pues en los últimos veinte años se ha gastado más energía, más tinta, más espacio y más tiempo en hablar del pitón del toro que del toro en sí. Y mucho más que en hablar del toreo. De sus problemas de fondo. Para esta profesión, denunciar el afeitado era sinónimo de ser puro y honesto. Conozco sin embargo denunciadores del pitón que no lo han sido tanto.
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