La revolera

Cosas más fuertes que el dinero

Paco Mora
jueves 19 de febrero de 2015

El problema de la difícil –se diría que imposible- contratación para Sevilla de los “cinco magníficos” que al parecer este año quedan en cuatro, sin que el quinto deje de ser un príncipe del toreo, se me da que no es el dinero.

He leído el billete del amigo Belmonte y tiene su lógica, desde el punto de vista que él presenta el asunto. A mí me la refanfinfla también lo que cobran los toreros y además creo que siempre es un dinero bien ganado porque ponen en juego la vida. Y eso es lo único que tenemos los seres humanos, que lo demás es circunstancial y accesorio. Pero miren por donde, el problema de la difícil –se diría que imposible- contratación para Sevilla de los “cinco magníficos” que al parecer este año quedan en cuatro, sin que el quinto deje de ser un príncipe del toreo, se me da que no es el dinero.

Más bien se trata de un caso de incompatibilidad con Canorea. Pienso que los toreros que han conseguido un puesto de privilegio –y eso nadie lo logra sin merecimiento y grandes sacrificios- han llegado a un punto en el que cuando ven al ínclito cruzan los dedos y musitan: “Lagarto, lagarto”. Estoy comenzando pensar que lo consideran un gafe de no te menees, y lo que es peor, que esa consideración se la ha ganado a pulso el interfecto. No conozco al personaje, pero no hay nadie que haya tenido que tratar con él que no se queje de que en las negociaciones adopta un actitud semejante a Gulliver en el país de los pigmeos.

Y claro en esa tesitura, los “cinco” que ahora son cuatro, deben pensar aquello que le dijo Rodrigo Díaz de Vivar al Rey de Castilla: “Nos, que uno a uno valemos tanto como vos y todos juntos valemos mucho mas que vos”. Lo demás es fácil figurárselo, pero me parece que mentalmente le han mandado a hacer puñetas y han decidido prescindir de su plaza por mucho que les duela, antes que cambiar con él una palabra. Y así las cosas, el amor propio de los ausentes ha hecho callo y no se muestran proclives a dar su brazo a torcer. Y si además no les importa pegarse un tropezón y perder la uña del dedo gordo del pie izquierdo, con tal de que el empresario en cuestión se atice un guarrazo en su Feria de Abril que no le quede ni un diente, pues miel sobre hojuelas

En todo caso, los toreros son libres de contratarse o no en una plaza, y si una empresa no los trata con el respeto que ellos creen merecer nadie tiene derecho a exigirles que se traguen el sapo.

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