La semana de los puentes ha pacificado el ambiente. Incluyo los mundos de la política y de los toros que últimamente parecen los más alterables. Ha sido como un bálsamo. Se congelaron los teletipos, ¿he dicho teletipos?... ¡qué antigualla!, me refería a los portales, que apenas traían sobresaltos para salvar la primera, ni siquiera roturas de apoderamiento de las de mutuo acuerdo. Diría incluso que se pacificaron las redes aunque no sea del todo verdad, alguien me advierte, a menos trabajo más ira, más improperios, cualquier excusa vale para un linchamiento, como si en el mundo sólo cupiese una verdad. Si sirve de consuelo, esa no es actitud exclusiva del toro, en cualquier lado cuecen habas, como hemos visto en el divino y subvencionado mundillo del cine, a propósito, eso sí son subvenciones, eso sí son fullerías para cobrarle más y más a la mamá Administración sin que les importe un carajo a Coleta Morada y Cía, que hasta se revisten de gala para reírles las fiestas a los peliculeros. El último en sufrir la ira de las redes ha sido El Juli. No ha sido justo, más bien parece un ajuste de cuentas. Así que a la espera de la reactivación informativa me fui al campo, refugio que siempre reconforta, afición y curro, dos amores a la vez como cantaba el gran Bambino.
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