Se acabó la temporada en España. Los más afortunados se van a hacer las Américas. El resto se queda en el país. Mucho campo, muchas ilusiones, búsqueda de un apoderado que te saque del hoyo, sueños y a esperar, lo mejor preparado posible, el nuevo año. Ese será el plan de muchos matadores. También el de muchos novilleros. El problema es que la lista es muy larga y el empleo escaso. El paro taurino es casi más grave y elevado que el paro laboral, aunque aquí batimos récords mundiales en la falta de trabajo. Pero el novillero seguirá soñando, que ese es su papel, y su obligación. Y a ser posible: mejorando. Otro colectivo que lo tiene cada vez más cortito es el de los subalternos. La reducción de festejos está dejando en casa a muchos picadores y banderilleros que torean cuando pueden y en las condiciones que sea. Los mejores se colocan con los que torean entre veinte y sesenta festejos. Límites muy escasos pero apetecibles porque no hay más. Ya ven: las figuras pasan o rozan las treinta tardes. Allí donde hay rentabilidad. Pero olvidan que en la historia del toreo, hasta hace media hora, las figuras toreaban las cuarenta muy rentables y otras cuarenta, a menos dinero, pero defendiendo plazas de segunda con un cartel más aliviado. Pero llenando.
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