Curro Vázquez, atendiendo la invitación de Morante de la Puebla, volverá a pisar la arena vestido de corto. Será el día de la Hispanidad en Las Ventas del Espíritu Santo. Escenario de sus más grandes días de gloria pero también de mucho dolor. ¡En la memoria aquella cogida del tres de junio de 1983 infligida por un toro de Saltillo, en la que la providencia y el buen hacer del equipo médico le salvaron la vida! Pero la causa, festival pro monumento a su gran amigo y admirado Antonio Chenel “Antoñete”, ha podido más que la prudencia que se debería tener cuando ya se han sumado siete décadas de vida. El gesto, por generoso, se merece todo el respeto hacia quien desde que comenzó a querer ser torero ha venido haciendo gala de una ejemplar torería.
El espada de Linares, por su trayectoria de torero de culto, por las grandes, unas graves y otras gloriosas, vicisitudes de las que ha sido protagonista durante su longeva carrera (también por ser hombre respetuoso y por ende respetado) ha obtenido el privilegio de que intelectuales, escritores y críticos se hayan ocupado de contar y cantarle lo que ha sido su vida en los ruedos desde el momento en que le descubrió quien fuese un gran catador de toreros, el singular y creativo Rafael Sánchez “El Pipo”. Contaba entonces Curro apenas trece años.
Por tanto, no voy a caer en la tentación de repetir lo ya sabido, pero sí que tan especial ocasión me ha venido a dar la oportunidad para presumir de una amistad que comenzó a forjarse cuando a Cayetano Rivera Ordóñez, con quien me unen lazos de sincera y familiar amistad, se le despertó el gen torero de su sangre y Curro asumió la responsabilidad de dirigir su carrera. Fue a partir de ese momento cuando comencé a disfrutar de todo el caudal de virtudes artísticas y personales que atesora este Curro, el Curro de Linares del que hay que resaltar que esparció su torería por todo el universo torero.
Es sabido que tuvo el privilegio de formar parte de una de las familias, los Dominguín, de gran solera taurina e intelectual, a través de Domingo Dominguín quien fue el padre de su esposa. Mucho interés debió poner nuestro personaje en asimilar todo el conocimiento que atesoraban aquellos personajes irrepetibles con los que tuvo la suerte de convivir, porque hoy, cuando escasean tantos valores -dentro y fuera de los toros-, puedo afirmar que este Curro Vázquez es el más fiel guardián de tan singular legado.
Ahora, ante el compromiso adquirido, quienes admiramos su trayectoria, lo que deseamos es que goce este paseíllo con la intensidad, la torería y la pasión que siempre ha presidido su estar en el toreo, ora de torero, ora de apoderado, apartado este último en el que también ha aplicado la templanza y el bien hacer. Además de lanzar la carrera de Cayetano, que nombres tan señeros como Morante y Talavante le hayan confiado puntualmente su carrera, dice mucho.
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Curro Vázquez, ejemplo de torería
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