David Mora: “No quería entrar en las ferias dando lástima, no va conmigo”

Regresaba a la plaza donde a punto estuvo de perder la vida hace dos años y a la vida ha vuelto izado en hombros hacia la calle de Alcalá. Una sonrisa de Puerta Grande, un impacto, una obra de hondo calado y un torero revitalizado y en sazón. Ejemplo de vida y superación, David Mora se ha reencontrado con el mejor David Mora. El toreo se ha rendido a un héroe que volvió del sufrimiento a base de profundidad y amor propio.

“Por fin he vuelto a sonreír y no sólo por la salida a hombros de Madrid. Todo es una continuidad, desde mi reaparición en Vistalegre. Es verdad que a lo mejor en otras circunstancias todo podía haber sido más contundente desde el punto de vista estadístico, pero las sensaciones y las emociones no van unidas casi nunca a la frialdad de los números”, manifiesta David Mora esta semana en una extensa entrevista esta semana en la versión impresa de Aplausos, antes de afirmar: “los sueños son sueños y además muy efímeros. Uno puede soñar con lograr cosas que parecen inalcanzables porque soñar es bonito pero barato. Lo realmente mágico es ver convertirse en realidad un sueño. Eso es lo difícil. Soñar se puede soñar, pero luchar por hacerlo realidad y que sea verdad es una sensación impresionante”.

El sueño de David Mora se cumplió. Los dos sueños. El primero, volver a torear cuando todos y él el primero casi dábamos por hecho que aquella cruel cornada de mayo de 2014 le iba a impedir volver a vestirse de luces. Y el segundo, volver a Madrid y cruzar el umbral de la Puerta Grande. “Volver a Las Ventas fue increíble”, reconoce el diestro con una mueca de satisfacción y orgullo. “Fue todo muy especial. Desde llegar al Hotel Wellington por la mañana y volver a oler ese clima tan particular que allí se respira. Entrar en la plaza y que me inundaran un montón de recuerdos, unos muy buenos y otros muy amargos. La capilla, donde el día de la cornada dejé una estampita de la virgen en una de sus manos. Fue una mezcla de sentimientos. Fue bonito pero duro porque no sabes cómo va a terminar la tarde, qué vas a sentir. Fue como reencontrarse con los recuerdos”, describe.

De la ya inolvidable faena a Malagueño, el recuerdo que más le viene a la mente es “la fuerza que me dio Dios para sobreponerme a la voltereta inicial. Parece que todo se juntó a mi favor ese día. Cuando me pegó la voltereta, en el suelo, no me podía mover. El golpe me afectó al nervio ciático, me quedé por un instante sin sensibilidad en las piernas… y de repente lo superé y me pude incorporar. Ahí salió toda mi fuerza de dentro y a partir de ahí todo fue un cúmulo de sensaciones muy buenas”.

Sin embargo, la puerta grande de Madrid no ha sido el salvoconducto para entrar en algunas ferias en las que le habían dejado fuera a pesar de haber triunfado antes de la cornada. ¿Eso es justo o injusto?, cuestionamos: “El toreo siempre es justo aunque hay cosas incomprensibles. Las figuras aprietan mucho, hay una baraja de jóvenes que se quieren consolidar entre los grandes y los puestos en las ferias están muy caros porque el toreo está muy caro. Es verdad que hay ferias en las que triunfé antes del percance y ahora no habían contado conmigo ni por sensibilidad. Duele pero así es eso. Tampoco quería entrar en las ferias dando lástima, eso no va conmigo. La memoria no existe en el toreo y más después de dos años. Cuando estás en el dolor todos te apoyan pero luego cuando vuelves la cosa cambia y además vuelves a competir de igual a igual. El toreo está muy difícil para todos y cada torero es una circunstancia distinta”.

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