Domingo Hernández emprendió camino de la eternidad este día de La Candelaria, segundo de febrero, cuando los carteles de Castellón y Fallas ya son públicos, con sus toros en los carteles grandes de ambos ciclos levantinos. Cuando los veedores visitan sus fincas para ver las camadas y seguir las corridas reseñadas que irán a las mejores ferias después de disfrutar del sueño de ser la figura de los ganaderos. Se ha marchado estos días de invierno, con el campo sediento por la falta de lluvias y los cierzos arrasando la poca hierba brotada con los tibios soles de enero.
Ahora vuelve a su Fuenlabrada a recibir tierra. A esa Fuenlabrada de la que nunca olvidó sus raíces y conoció siempre un humilde pueblo de agricultores en las afueras de Madrid, en las antípodas de la inmensa ciudad del cinturón capitalino que se ha convertido hoy. Desde aquella infancia en Fuenlabrada, hasta hoy, queda una vida por delante donde a base de mucho esfuerzo y trabajo logró alzar a los vientos la bandera de los triunfadores.
Su llegada al mundo del toro se produjo al casarse con un hija del viejo Escolar, el conocido Pichorrongo y dar sus primeros pasos como ganadero, un mundo que pronto le entusiasmó y llegó a ser suyo, al ser un perfecto visionario de la demanda del futuro. Y sobre ello construir la base de su ganadería. Vinculado a Salamanca desde principios de la década de los ochenta, tierra a la que llegó tras adquirir la finca Garcigrande, en Alaraz, ya rayando con Ávila, donde pronto formó su actual ganadería al comprar vacas y sementales de Juan Pedro Domecq. Ahí, lentamente, fue forjando la que sería una ganadería emblemática, santo y seña de la Fiesta actual. Ya con la ganadería en línea ascendente, aunque sin dar el definitivo salto a los carteles de postín, hace veinte años compró a Santiago Martín ‘El Viti’ la finca Tranguntía y en ella formó la ganadería que lidia a su nombre y tantos éxitos le ha hecho cosechar.
Con Garcigrande y Domingo Hernández en los mejores carteles. Domingo vivió con pasión estas últimas temporadas, defendiendo lo que tanto costó levantar y siendo uno de los últimos reyes del Campo Charro, que gracias a gente como él siguió manteniendo su nombre de esplendor. D.E.P.
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