Vuelvo de Alicante. Se han visto cosas de las que alegran el espíritu de aficionado. La mejor de todas es que el toreo sigue generando interés. Ha ido mucha gente a los toros. A pesar de que por mucho que se bajen los precios los toros sigue siendo un espectáculo caro, a pesar de que las grandes figuras ya hace tiempo que perdieron la novedad, a pesar de las incomodidades de las plazas, del riesgo de que te insulten, a pesar de los efectos de ese bombardeo mediático al que someten al ciudadano medio hasta crearle mala conciencia, a pesar de que esos mismos medios informativos miden por igual a tres docenas de manifestantes seudoprofesionales que a nueve mil aficionados en ejercicio de su derecho, pues a pesar de todo eso y más, en Alicante, aficionados y público en general han ido a la plaza en la cantidad suficiente para creer que el toreo tiene vida. Ahora sólo queda que las autoridades lo entiendan y se dejen de fullerías de falsos demócratas y ejerzan la lucidez bienintencionada y cumplan con esa frase tan repetida estos días de que pretenden gobernar para todos. No sé, ni me lo creo. En este país, Alicante es un ejemplo, se quiere ir del no votar a un régimen asambleario, a un referéndum -dirigido, claro- para cada paso como si los derechos de unos dependiesen de los gustos de los demás, como si los derechos pudiesen variar cada cuatro años. ¿Preguntar es ofender?... Por qué no empeñan tiempo y dinero en cuestiones más sustanciales, en paliar necesidades más universales como el buscar sustento y cobijo para el que no lo tiene.
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