Un cuadro y una verónica son lo mismo. Arte. Más allá del cuadro, fuera de los límites del marco, se encuentra el mundo y su tumultuosa hoguera de vanidades vulgares. Dentro, algo que el artista arrancó y rescató de ese mundo desnutrido. Más allá de un lance acompasado y suave y mecido, también se halla el tiempo de la codicia humana y de su anodino pasar. En los límites de esa verónica, en los vuelos del capote, en ese marco de ese cuadro sin pintar, en ese interior que va desde el cuerpo del torero hasta el del toro, pasando por brazos y muñecas, se rescata algo de ese exterior de anodina y decepcionante vulgaridad. Los dos, cuadro y verónica, son arte. Porque ¿qué es el arte? Aquello excepcional que realiza un ser humano para rescatarlo del propio genero humano.
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