AL COMPÁS

Degenerando

Pedro Toledano
lunes 08 de abril de 2024

Históricamente, y con más relevancia desde que José Flores “Camará” elevó la figura del apoderado a la categoría de hombre de máxima confianza para el torero, todos los espadas que fueron surgiendo tuvieron a gala confiar tanto la defensa de su caché como la dirección artística a esa persona que por distintas razones le merecía todo su aprecio. Si el binomio Camará/Manuel Rodríguez Manolete, fue ejemplar hasta llegar a marcar estilo, otros muchos le siguieron haciendo propio no solo aquel modelo de relación profesional sino también y fundamentalmente (es lo más importante) aquella fidelidad reciproca que tan beneficiosa resultó para todas las partes, torero, público y apoderado.

Es por ello que estos días, al saltar la noticia de que el espada Andrés Roca Rey, había incorporado a su equipo un Asesor Artístico, nombramiento que ha recaído en el torero cordobés retirado, José Luis Moreno, haya producido no pocos comentarios y hasta cierto asombro. Las razones de estas reacciones se argumentan en que, como se ha podido comprobar en las primeras actuaciones que ha tenido el astro peruano, quien fue figura del toreo, Roberto Domínguez, sigue ejerciendo de apoderado, pero en el callejón también aparece la figura del asesor artístico.

Las preguntas inmediatas e inevitables se hacen por sí solas: ¿Necesita quien es la máxima atracción del momento para el gran público de alguien que le asesore en la plaza? ¿En qué plano queda esa figura cercana, entrañable, de máxima confianza a la que el torero confiaba sus desvelos como siempre ha sido la del apoderado? ¿Es un paso más para que desaparezcan los pocos apoderados románticos y/o independientes que quedan? Llegados a este punto cabe otra pregunta necesaria, ¿cómo se ha llegado a esta situación en la que aparece tanta incongruencia? Parafraseando a Juan Belmonte, se puede encontrar la respuesta más próxima: Cuando un amigo le preguntó a propósito de que un subalterno suyo había llegado a gobernador, el Pasmo de Triana le contestó: “Degenerando, degenerando”. Pues eso.

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