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“Dejar de ser el sobrino de Victorino no fue fácil”

Es Adolfo Martín, en la línea de los Martín, pero distinto, con matices. Como sucede con los toros de una y otra rama de la familia. Tiene discurso, buena explicación y sobre todo tiene buenos albaserradas/saltillos. Vive alejado de cualquier sofisticación urbana, con la dureza del campo marcada en su rostro…

Adolfo Martín fue protagonista destacado hace unas fechas en la versión impresa de Aplausos. En su Encuentro en el campo con nuestro director José Luis Benlloch, el criador desvelaba muchas cosas, tantas, que las desgranaremos en cuatro capítulos que serán publicados día a día durante estas fiestas navideñas. A continuación, el primer capítulo de Adolfo, ascensión y éxito de un ganadero:

-Adolfos y victorinos. Veinticinco años caminando por separado, tiene que haber diferencias.

-El toro mío a lo mejor es más fino. Él echa ahora mismo un toro grande. Eso en lo físico. En el comportamiento lo mío quizá tenga más dulzura que lo suyo, pero te digo, aquí está todo inventado. En los años setenta en esta ganadería se dejaban torear con el capote. Eso lo he visto yo. Andrés Vázquez les daba tres medias para rematar los lances de salida. Él y Antoñete han sido los que mejor han dado la media, ahora apenas se dan medias, ahora los toreros tiran más para las revoleras.

“El torismo es raza y transmisión. Después de años de aburrimiento los ganaderos se han dado cuenta que al toro hay que ponerle más raza y el torero se ha dado cuenta que tiene que torear ese toro. Y en esas estamos”

-Estábamos en que los victorinos tiempos ha, se dejaban torear con el capote.

-Y vuelven a dejarse torear. Los míos se dejan y el otro día en Illescas los de Victorino se dejaron torear. Habrá ido buscándolo. Porque en estos tiempos los toros tienen que embestir, si no embisten estas reventado.

-¿A qué le dices embestir?

-A humillar, a tener fijeza y recorrido e ir hasta el final. Otra cosa es pegar regates o venirse al pecho. Yo los tobilleros los quito todos. Embestir como embiste un toro de estos no embiste ninguno. Te voy a decir que este toro se adapta al toreo moderno como el primero, diría que como ningún otro. Cuando le bajas la mano embiste con una gran profundidad. Además tiene una cosa muy buena, no te puntea.

-Con ese concepto hasta puede que te moleste que te digan torista.

-Yo soy torista porque me gusta el toro. A mí me ha aburrido mucho ese núcleo de ganaderías, muchas, que estos años atrás no decían nada. Que no se moleste nadie, pero esa manera de embestir que impusieron algunos echó a muchos aficionados de las plazas. Porque, ¿qué es el torismo?…

-Eso pregunto yo.

-Pues un toro que tenga transmisión y tenga raza. Entendiendo que torismo no es lo de Isaías… ni lo de Veragua… que hacían un gran primer tercio y luego, de la muleta para adelante no había nada que hacer. Eso la gente no lo aguantaría hoy día. La gente quiere ver torear con los pies muy asentados, ahí están Perera, Castella, Talavante, Roca Rey… que no se mueven ni por saber morir. Eso es lo que demanda la gente. Después de años de aburrimiento los ganaderos se han dado cuenta que al toro hay que ponerle más raza y el torero se ha dado cuenta que tiene que torear ese toro y en esas estamos.

Es Adolfo Martín, en la línea de los Martín, pero distinto, con matices. Como sucede con los toros de una y otra rama de la familia. Tiene discurso, buena explicación y sobre todo tiene buenos albaserradas/saltillos. Vive alejado de cualquier sofisticación urbana, con la dureza del campo marcada en su rostro. No usa corbata, ni trajes de corte, ni luce sombrero de alancha, tampoco creo que le sentase bien, ni da puntada sin hilo, ni me ha mentado el ordenador en dos horas de entrevista, ni usa palabros modernos, pero se le entiende fácil. Tiene la listeza de la sangre familiar y tiene correa, ha aguantado con buen gesto cada vez que le he apretado en las preguntas o he hecho de abogado del diablo buscando respuestas que le pusiesen pimienta a la charla.

Después de dar una vuelta por los toros nos hemos venido a charlar a La Torre, un clásico de Miajadas. Testigos su hijo Adolfo, mano derecha en la ganadería, hombre discreto al que se le adivina un respeto reverencial por el padre y Agustín Arjona que, tarea harto difícil, dispara y dispara en busca de nuestro buen perfil.

“Muchos confunden el toro con temple con el toro fácil. Y dicen que no transmite. Yo lo sufro. Embiste uno templado y te dicen: fracaso. Pero eso no lo hemos inventado nosotros, ese es el temple de Saltillo”

-¿Puede, digo puede, que ahora que todos quieren ponerle chispa a los toros tú les hayas quitado?

-No. Lo que pasa es que este encaste tiene lo que no tienen otros, el temple.

-¿Y cabe que los más acérrimos del toro confundan el toro con temple con el toro fácil?

-Lo confunden seguro. Y dicen que no transmite. Yo lo sufro. Embiste uno templado y te dicen: fracaso. Mira, si un toro embiste deprisa y lo quieres torear despacio, te tropieza y si lo toreas aprisa no dices nada. El toro templado es necesario y esa es la ventaja de esta ganadería. Pero eso no lo hemos inventado nadie de nosotros, ese es el temple de Saltillo.

La charla ha comenzado a todo trapo, sin rodeos. Vamos a un tema que pudiese resultar espinoso, la familia. “Siempre me llevé bien con ellos”, se me adelanta. ¿Te costó mucho dejar de ser el sobrino de Victorino?, le inquiero.

-No era una tarea fácil. Él era la figura de los últimos cincuenta años.

-¿Te costó mucho? insisto.

-Me costó mantenerme en mi línea, defender mi toro, tener suerte, tener personalidad… Lo normal. Nada que supusiese renunciar a nada ni salirme de mi camino. Han pasado veintisiete años…

-¿Dónde marcamos la independencia simbólica, dónde dejas de ser el sobrino de…?

-Mientras él viva seré su sobrino, pero a lo que tú vas, a mí me marcó mucho la corrida de Madrid, del San Isidro de 1998. Una corrida dura, encastada, una corrida que le hubiese gustado mucho a mi padre. Fue un bombazo. De pronto los aficionados se encontraron con una ganadería como ellos esperaban y a los aficionados hay que darles lo que esperan. Y eso vale para los ganaderos y para los toreros. No se les puede defraudar.

“Dejar de ser el sobrino de Victorino no fue fácil. Él era la figura de los últimos cincuenta años. Tuve que mantener mi línea, defender mi toro, tener suerte, personalidad… lo normal. Nada que supusiese renunciar a nada ni salirme de mi camino ”

-¿Son competencia los victorinos y los adolfos?

-Sí. Hay mercado para los dos pero somos competencia, sí.

-¿Competencia dura?

-Él ha sido el líder. Yo estoy ahí, he hecho mi camino, estoy en un buen momento. Esa es la realidad actual.

-Participarás de la idea de que tu tío ha sido el mejor ganadero de los últimos cincuenta años.

-El más importante, sin duda. Él impone un toro, una Fiesta, una filosofía y el aficionado se agarró a ello porque aquello era lo que ellos querían ver y oír, ten en cuenta que mi tío era un hombre que conectaba mucho con la gente. Y además contó con una gran ganadería, en un mal momento pero una gran ganadería que él puso en un momento sublime.

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“Dejar de ser el sobrino de Victorino no fue fácil”

José Luis Benlloch

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