Noticias

Diego Ramos, pinceladas con alma torera

Hace trece años que vive en la localidad francesa de Saint-Martin-de-Hinx, en el eje taurino entre Bayona y Dax. La elección no fue casualidad, tuvo su justificado argumento: “El sol me quita las ganas de pintar; en cambio la lluvia me ayuda a concentrarme. El clima de aquí me viene bien”. Podría decirse que Diego Ramos (Cali, 1976) nació con un pincel debajo del brazo. Una tía suya, la hermana mayor de su padre, fue quien descubrió su talento con cinco años y le abrió los ojos a sus padres, que favorecieron desde ese momento el talento del chico con la compra de sus primeros pinceles y pigmentos, que todavía hoy conserva, y con la inscripción en una escuela de bellas artes en su ciudad natal con niños mayores a los que en apenas un mes dejó atrás para compartir clase con los adultos. Su vocación por la pintura creció de la mano de su pasión por los toros, una afición de la que en su casa hicieron un oficio y él, su inspiración. Sus padres, sastres taurinos, se especializaron en la confección de monteras, arte este también el de vestir a los toreros que llevaron a cabo durante más de sesenta años, primero en Colombia y a partir de los años ochenta, en Madrid. En ese ambiente taurino creció Diego Ramos, que se fue empapando de la cultura española. “La música, la pintura, la gastronomía y por supuesto los toros... en mi casa amamos la cultura española. Desde niño he leído revistas como esta, también El Ruedo con los dibujos de Antonio Casero, mi afición por los to-ros me hace tener todo el día un pincel en la mano. Ante cualquier visita que llegaba a casa, sacaba un folio en blanco, un rotulador y pintaba un toro, es innato”, afirma.

Sus primeros recuerdos taurinos siguen frescos con aquellas visitas de Julio Robles, Dámaso González, Ortega Cano... a una casa llena de carteles y postales de toros donde además se jugaba a soñar con el toreo. De aquellos juegos infantiles se despertó en Diego Ramos una ilusión: la de querer ser torero. “Toreé sin caballos en Cali y cuando fui a Madrid a estudiar en 1994 entré en El Batán. En aquellos años coincidí con Robleño, Sánchez Vara, Encabo, Uceda Leal, David Adalid, un joven Miguel Abellán... y El Juli, que era un niño. Pronto me di cuenta que lo de ser torero no era para mí. Cuando vi el volumen del toro español, me cagué. Se enfrió el motor y se apagó la llama, sin embargo se reforzó la convicción de querer pintar. Vivir en Madrid esos años desarrolló mi faceta de artista”, confiesa.

"En la pintura taurina el toro tiene que estar vivo, tiene que transmitir. Y tiene que tener lo que tiene el toreo: sol y sombra, vida y muerte, alegrías y desencantos...”

La primera exposición la hizo a sus 17 años en el Hotel Torre de Cali y no paró hasta el Covid, tras el cual no ha vuelto a hacerlo. Más de ochenta muestras que han viajado por Madrid, Sevilla, París, Ciudad de México o Medellín hasta alcanzar el privilegiado estatus de pintar por placer. “La obra sale del estudio sin necesidad de hacer exposiciones”, asegura. Se considera un pintor académico, de los de caballete raído, taburete de madera, lienzos y paletas por doquier, de los que tienen cientos de pinceles esparcidos en las mesas de un taller a cuyo suelo no le caben más manchas, de botes de pintura abiertos y semivacíos, de lápices, borradores, cuadernos y rotuladores donde plasmar las primeras ideas, todo ello conforma el paisaje de un espacio donde la belleza reina entre un caos ordenado. “Una cosa es la pintura y otra la cartelería o la publicidad. Yo no soy cartelista, soy pintor. Otra cosa es que acepte pintar carteles porque cualquier cuadro, de cualquier estilo, puede ser un buen affiche, apunta y denuncia una realidad cada vez más expandida: el cartel taurino en versión IA. “El cartel actual, no solo de toros, ha cambiado su naturaleza. Cualquier experimento digital lo emplean para un cartel de toros. Y eso no me gusta”.

DE ESPEJOS Y REFERENTES

Diego Ramos es un estudioso de la pintura, en realidad de cualquier disciplina artística. Observa, escucha, lee y absorbe todo cuanto puede. Su lista de referencias históricas es interminable. “Soy un apasionado de Fortuny, que marcó a toda una generación de pintores, de Ignacio Pinazo, que influyó mucho en un joven Sorolla, al que aconsejó que pintara en el exterior. La pintura es más potente cuando juegas con los contrastes lumínicos. Me he fijado mucho en Sorolla, pero también en Degas y su manejo del espacio, en Sargent, en Antonio López, en Whistler, Walter Sickert, en Botero, del cual el volumen no me gusta pero sí su armonía de colores... soy una esponja, mi cabeza es un crisol, me caben muchos pintores en la cabeza y muchos toreros”.

La obra de Diego Ramos destaca por su luminosidad, movimiento y el ritmo de los elementos de sus creaciones. Su pintura es cálida, nacida del corazón, apasionada por tanto, y alejada de modernismos vacíos. No hace falta saber de pintura ni conocer las técnicas ni estilos para apreciar su pincelada y hallar la esencia del toreo en ella. La sensibilidad como artista y como aficionado está latente en sus cuadros y su amplia riqueza taurómaca se distingue en los trazos y colores que plasman la hondura de una verónica de Morante de la Puebla, la belleza de un paseíllo o la majestuosidad del toro en el campo. Ha pintado a Joselito y a Belmonte, a Paula y a Camino, a José Tomás y a Enrique Ponce, a picadores y banderilleros. “La pintura taurina no es fácil, el toro tiene que estar vivo, tiene que transmitir, de lo contrario el cuadro no vale. Y tiene que tener intensidad lumínica, en realidad tiene que tener lo que tiene el toreo: sol y sombra, vida y muerte, alegrías y desencantos, en la pintura de toros deben observarse todos esos elementos, esa simbiosis de energías”. La pintura taurina cuesta encuadrarla en un estilo. Según Ramos, desde la época de Ruano Llopis y Roberto Domingo -primera mitad del siglo XX-, los cuadros de temática taurina se han repetido en exceso, un inmovilismo pese a los aportes de genios como Picasso, que dejó una obra extensísima de toros, Botero o Barceló, como genios más recientes. “A mí me falta afinarme aún más como artista aunque mi estilo es reconocible; pero me voy decantando por el expresionismo”, confiesa.

-¿Qué te inspira del mundo del toro?

-Me inspira la verdad y la estética. Uno tiene que ser honesto con lo que hace. Si quizá pintara de otros temas, lo sentiría menos. Amo el toreo con locura y mi pincelada de toros sale del alma. Cuando algo es auténtico, se transmite.

-¿Cuánto de estudio hay detrás de uno de tus cuadros?

-Soy muy disciplinado. Esa imagen del pintor que se fuma un cigarro y bebe whisky, y pinta un cuadro, no es cierta. Esto tiene que tener fundamento. Para hacer el cartel de la goyesca del año pasado en Murcia hice una quincena de bocetos, para ilustrar la Feria del Toro de Pamplona -2012- me pidieron dos o tres bocetos y conservo un cuaderno con más de cuarenta. Detrás de cada obra hay mucha cocina. Los bocetos para los pintores son como los tentaderos o el toreo de salón para los toreros. Yo me empapo de los gestos de los toreros, de sus cuerpos y movimientos. Recuerdo tener que pintar el cartel de San Isidro en 2018 con Iván Fandiño en una performance en directo. Llegué muy nervioso pero hice tantos bocetos de él las semanas antes, lo dibujé y pinté tanto, que cuando llegué a Las Ventas tenía a Fandiño en la cabeza y me lo sabía de memoria. Esto no es una receta mía, los grandes pintores tienen cientos de apuntes y bocetos detrás de sus obras. Las tablitas de Sorolla que llevaba a todos lados son famosas. Y si Sorolla, que fue un genio universal, lo hacía, imagínate yo que soy un papafrita. Detrás de cada obra hay un trabajo que no se ve pero que es amplio y fundamental para el resultado final.

-¿Hay toreros más sugerentes que otros?

-A mí me fascinan los de arte. Me ha gustado mucho Rafael de Paula. El maestro me dedicó un capote y yo un libro en agradecimiento publicando todo lo que había pintado de él. Hasta que no hicimos el libro no fui consciente de que lo había pintado tanto. No sé si hay muchos pintores que se hayan fijado tanto en un mismo modelo. ¿Zuloaga con Belmonte? Tiene bocetos no muy conocidos, pero no muchos. A Morante lo he pintado mucho, también a Manzanares padre, Curro Vázquez, Camino...

-¿El artista nace o se hace?

-Nace, nace... cada uno saca lo que lleva dentro, pero hay que ayudarle, hay que alimentar su talento. Todos nacemos con una facilidad para algo, algunos incluso nacen con facilidad para no hacer nada; el deportista tiene una batería innata para entrenar y los artistas nacemos con el don de crear. Esa vocación, ese instinto, esa facilidad, la tienes innata y luego la vas afinando. Luego tienes que desarrollarla, que en mi caso es estudiando a otros pintores. Ver mi pintura a mí me aburre, yo necesito alimentarme de otros artistas.

Acceda a la versión completa del contenido

Diego Ramos, pinceladas con alma torera

José Ignacio Galcerá

Entradas recientes

Borja Domecq, sobre su tío Álvaro: "Ha hecho muchísimo por el toro, por el caballo y por Jerez"

El ganadero y directivo de la RUCTL ha querido mostrar su pesar por el fallecimiento…

37 minutos hace

Juan Pedro Domecq, sobre Álvaro Domecq: "Fue un ejemplo grandioso de amor a la tauromaquia"

"Cuando se va un personaje así se crea un vacío enorme que muchas veces las…

45 minutos hace

Fallece el ganadero Joaquín García Nieto

Era propietario del hierro que lleva su nombre además de los de Las Pinedas y…

48 minutos hace

Antonio Bañuelos: "Con Álvaro Domecq se marcha un referente insustituible en la crianza del toro bravo"

El presidente de la RUCTL ha querido tener unas palabras de reconocimiento a quien ha…

1 hora hace

El banderillero Juan Rojas queda libre para la próxima temporada

El torero de plata ha salido de las filas del matador gaditano David Galván, a…

1 hora hace

Álvaro Domecq, velado en casa y último adiós en la catedral

La misa funeral por su alma se celebrará este miércoles a las once de la…

2 horas hace