“Si ser torero es ya una locura”, nos lo dice el propio Alberto Donaire, novillero que está anunciado para el próximo día 10 en Valencia, reaparecer para hacer el paseíllo en el mismo escenario justo siete meses después de haber recibido una de las cornadas más graves que se han registrado en las últimas temporadas (fue en octubre en la novillada de la Comunidad), no hace sino elevar el grado de esa locura/pasión que se mete en el alma de quienes quedan prendidos en la magia de la práctica del toreo.
Ante semejante reto y habiendo trascendido el calvario en el que se ha convertido la recuperación del joven, animoso y prometedor torero, con todo un rosario de curas de la complicada herida, constantes visitas a los cirujanos, sin olvidar que todavía debe pasar nuevamente por el quirófano para concluir el ciclo del tratamiento. Era obligado recabar del propio chaval cómo afronta el compromiso del clásico festejo con el que se honra la celebración de la Virgen de los Desamparados.
Sin perder el foco de su realidad, lo que se desprende de sus palabras es puro realismo; sabedor de que una vez que se hace el paseíllo el público es el juez a quien hay que convencer, está convencido de que todo va a salir bien, que no se va a dejar nada dentro de su alma torera; que es consciente que para engancharse al Circuito de Novilladas de la Comunidad Valenciana, debe mostrar esa parte de su toreo que todavía no ha podido mostrar en Valencia.
Hablando de su preparación, el viernes pasado regresaba de hacer campo, primero atendiendo la invitación de Rocío de la Cámara, ganadería a la que pertenecía el funo que lo hirió, encontrándose además de muy bien atendido, muy a gusto delante de las becerras que toreó. Completó el periplo, tentando en la ganadería que lidiará en Valencia, Casa de los Toreros, donde igualmente volvió a sentirse muy torero. Esa es la verdad desnuda de Donaire, el chico que no se rinde ante la adversidad.
