La corrida del primer domingo de septiembre se llamaba en Bayona la “corrida de clausura”. Clausura de temporada en la Francia Sudoeste. “La corrida”, porque era una sola. Se supone que el detalle de cerrar temporada implicaba un privilegio. Privilegio similar al de inaugurar el curso, que, sin contar festejos menores, también se abría en Bayona el sábado de Pascua. Casi siempre con toros de Santa Coloma.
La clausura de Bayona dejó de ser tal hace un cuarto de siglo. Dos corridas y no una sola en la fecha convenida, que, azares certeros del calendario, suele coincidir con un luminoso, templado y cálido anticiclón. Las playas se llenan. Sin viento, desesperan los surfistas. Se puede ir por la mañana a la playa -Biarritz, Anglet- y, por la tarde a los toros, a la colina de la Malledaille, donde se alza la centenaria plaza de Lachepaillet, un teatro anglomorisco con acento vasco mayor.
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