No me ha dejado buen sabor de boca el adiós, la jubilación, la fuga o la espantá de Eduardo Canorea. Lo conozco un poco más allá de la epidermis y tengo la sensación de que se ha ido entre aburrido y derrotado en el pulso del G5, que quedó en G4, y que a la postre le amargó el futuro maestrante a este personaje singular. Yo creo que es un personaje bastante culto con el que cabe el diálogo normal sobre la Fiesta y la vida. Yo lo que no sé es quién tiene la razón en el quid de la cuestión y en el asunto de la pasta. Si sé que don Diodoro Canorea, que en paz descanse, aquel generoso, original, imprevisible, algo de bohemio y posiblemente manirroto, dejó una gerencia que obligaba a la austeridad porque la cuenta de gastos parece que superaba a la de los ingresos. Lo que no sé es cómo se gastaba el dinero aunque parece que don Diodoro era harto generoso. Por eso, tal vez, se fue con más amigos que caudales. Que dejó más deudas que arcas repletas. No sé pero algo no funcionaba. Y llegó la guerra tras tanta paz. Dicen que Sevilla pagaba la mitad que Madrid ingresando el doble a plaza llena. No sé y ya no es lo más importante, tantos años después.
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El amargo adiós de Canorea
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