Escribo antes de la manifestación en Valencia y el corazón me dice que hemos dado un paso adelante. El cerebro me indica que no pasemos de la excelencia a la euforia y que queda mucho camino por pelear y recorrer para que la Fiesta no sea perseguida por los demonios de la irracionalidad, la mala política, la radicalidad que siempre fue hija y nieta de dictadores, tan lejanos, tan eternos y lamentablemente tan vigentes. Aunque se vistan los lobos de infumables caperucitas.
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