El arte de tertulear alcanza niveles de excelencia en “La Puntilla”, un grupo de aficionados de Castellón que más allá de poner en valor a los mejores cada Magdalena, le ponen voz y templanza, prohibidas las estridencias, al sentir de los aficionados. Lo logran bajo el formato tertulia, rango superior y de mayor compromiso que los despersonalizados y en tantas ocasiones anónimos perfiles sociales, así que todos los meses se citan para charlar de toros, ya se sabe, hablando se entiende la gente, reactivan los temas de mayor interés del momento, glosan y/o critican lo bueno y lo otro, en realidad le ponen voz y opinión al toreo para que quien quiera oír oiga en clara referencia a los despachos en tantas ocasiones ajenos al sentir de los aficionados.
Y más allá de semejante ejercicio, cada Magdalena en honor a su nombre premia al mejor puntillero, protagonista necesario de la fiesta que transcurre por los lindes del anonimato, es su naturaleza, salvo cuando llega el infortunio del fallo y entonces… entonces carga con todas las culpas, así que cuando están brillantes los componentes de “La Puntilla” entienden que bien merecen los honores que les compensen de los momentos amargos y le entregan al mejor a modo de trofeo una excelente puntilla de diseño exclusivo que le reconforte de los malos tragos.
Les preside Pedro Mileo, que convoca y organiza, y entre los componentes hay hombres de la comunicación, del mundo empresarial, de la enseñanza, de las peñas taurinas, amantes del toro en la plaza y apasionados del toro en la calle, gente a la que vale la pena atender; y entre ellos la voz de un clásico, ochenta breges largos le contemplan, torero, eso se le nota, Rufino Millán, castellonense de pro, palabras justas las suyas que son sentencias y se tienen que escuchar.
En el último encuentro comparecí como invitado. Dos valencianos en La Puntilla, Copetillo y servidor. Un gustazo. La Magdalena sobre el tapete de la sobremesa, sorpresa por el mano a mano, reservas con el doblete de Manzanares, esperanza con los nuevos, ilusión con Morante, añoranza de una mayor proximidad en la gestión, mosqueo por la ausencia de Luque e ilusión en que todo acabe bien. El arte de tertulear en su mejor versión. ¡Ah! Y hay que ver las cosas que cuenta Richi.
