BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

El arte se examina en Sevilla

José Luis Benlloch
domingo 23 de abril de 2023
Pablo Aguado y Juan Ortega se disputan la sucesión del rey Morante

El nuevo arte del toreo se la juega en Sevilla. En realidad, tendríamos que decir los nuevos artistas si como tales se entiende a aquellos toreros con una forma concreta de interpretar en la que prima la elegancia, la inspiración, una estética atractiva, la ausencia de crispación y la distinción; la naturalidad también suele ser otra de sus cualidades; se da en versiones diferentes (no puede haber uno igual a otro) como condición imprescindible teniendo en cuenta que la personalidad es otro de los factores clave para definir a un torero de arte; y en todos los casos tienen eso que los taurinos llaman pellizco, también se suele utilizar expresiones tan rotundas como la de son toreros de los que te hieren el alma. Cualidades que en la gran mayoría de los casos van acompañadas de cierta fragilidad de ánimo (tampoco van sobrados de recursos, que es concepto que me gusta más que el de técnica) con lo que es fácil entender que la regularidad no es virtud que acompañe sus trayectorias, detalle que les lleva a viajar de los cielos a los infiernos en menos de lo que se tarda en contarlo; y suelen ser autores de grandes gestas frecuentemente engrandecidas hasta el infinito por sus partidarios que más que partidarios son fieles devotos, componentes de una feligresía que va más allá de lo pagano.

Las consecuencias de todo ello son fenómenos devocionales en los que priva el sentimiento por encima de la razón. Cuando se milita en esa cofradía se hace por encima de cualquier situación, se celebran los éxitos de sus profetas y se acepta lo contrario cuando llegan mal dadas, se celebra su toreo y también su filosofía de vida y hasta sus ocurrencias. Son ídolos elegidos por el sentir popular… lo fueron Curro Romero, Rafael de Paula, cuentan que lo fueron también El Gallo, Cagancho, Gitanillo, Chicuelo, Victoriano de la Serna, el gran Pepe Luis y más recientemente otro Vázquez, Curro e incluso el maestro Manzanares que fue torero que a todo lo dicho le añadía grandes recursos lidiadores…

El rey

No son ejemplos que se den con frecuencia. Durante un tiempo, décadas, Curro y Paula capitalizaron casi en exclusiva el cuadro de honor, luego cuando nos adentrábamos en el desierto surgió Morante que desbordó todas las dimensiones y cualidades conocidas en los toreros de su género: barroco, misterioso, personalísimo, creativo como ya no se conocía… y lógicamente desigual hasta que llegó un día, coincidiendo con las que se supone últimas temporadas de su carrera, y contra la lógica y el proceso natural de la vida, a todo lo anterior le añadió elementos propios del ejército de enfrente, capacidad de riesgo, entrega, un valor real, una técnica impecable y la rebeldía necesaria para no conformarse las tardes en las que los hados de la fortuna no eran favorables, ya pueden imaginar, el toro que no embiste, el cuerpo que no está, el público que no ayuda, los malos presagios que se te cruzan en la mente y hasta el triunfo de un compañero… situaciones que en otros momentos, en muchos momentos, le generaban inhibición y escándalo, ahora daban pie a grandes gestas. Cosas de los genios.

El relevo

Si aceptamos que el de La Puebla transita por sus últimas temporadas en activo, él mismo lo ha dado a entender cuando se le ha inquirido, hay que voltear la mirada hacia los jóvenes que pueden ocupar no su sitio, pero sí el territorio de los toreros que llamamos de arte. Afortunadamente los hay, dos especialmente, Pablo Aguado y Juan Ortega, los dos sevillanos para mayor satisfacción de aquella tierra que llevaba más tiempo del que hace suponer la historia (hasta Morante) sin que los mandones de la torería tuviesen su sello artístico, así que esta nueva hornada la llena de orgullo. Se trata de dos toreros con perfiles muy diferentes pero tremendamente interesantes (apasionantes) ambos, lo necesario para generar competencia y banderías. De mucha naturalidad, el toreo sin esfuerzo (o eso parece) de Pablo, frente al toreo más denso, más arrebujado de Juan; el trazo leve y delicado del primero frente a la curvatura (hondura) de la tauromaquia que persigue Juan; no es una versión más fácil que la otra; y la dificultad, incluso los miedos, se sienten en ambos casos para mayor gloria de su toreo y cuando se superan ¡milagro! se celebra como tal.

Esta feria los dos comparecen en Sevilla a la espera de las bendiciones definitivas (la consagración se suele definir en el toreo a ese objetivo), a la búsqueda del título de herederos (si fuese compartido, dos mejor que uno, ganaría el toreo por aquello de las competencias y los bandos que tantos capítulos de la historia grande ocupó en el toreo). La elite de los aficionados está por ellos, el gran público anda a la espera, nada extraño sabiendo que los ídolos no se consolidan de un día para otro, que se lo pregunten a Morante que a estas alturas contempla esas cuitas entre divertido y suficiente, en realidad desde la gloria. Los dos llegan preparados tras sendos inviernos poco menos que monacales, lo que corresponde en estos casos; y ambos han dejado señales de su buen momento, especialmente Ortega que en Málaga ha hecho levitar a sus leales una vez más. Sevilla, por feria dictará sentencia que no debe ser definitiva, pero contar va a contar mucho.

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