No se trata del toro. Ni de la forma de torear. Ni de la afición deseada o del público necesario. Toro, toreo y público a la vez. Porque la evolución o el cambio o el paso hacia adelante del toreo, jamás se ha producido a lomos de una de estas patas. Apenas lo percibimos, pero estamos en un proceso de cambio del que saldrá la tauromaquia del futuro más próximo. A cada proceso de crisis económica, social, incluso política, el toreo dio un paso hacia adelante en su rica evolución. Una evolución casi inteligente, que se produce bajo una premisa: adecuarse a los gustos y demandas de los públicos y, no menos importante, a las sociedades en las que le ha tocado vivir. La evolución del toreo ha sido, sobre todo, su supervivencia.
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