Pamplona es un bálsamo. Pamplona es un balón de oxígeno ante tanto cemento. Pamplona y Madrid son, ahora mismo, las dos tablas de salvación de un naufragio demasiado generalizado. Las únicas que no necesitan el “rescate”. Y ya lo apunté la pasada semana. La base es la seriedad, el prestigio, el toro como actor principal, la emoción, la vieja y eterna verdad de esta fiesta que se descose justamente por eso. Porque la gente se aburre, no se aficiona, no se compromete, no participa, no se emociona.
