Sucedió el 24 de julio de 1964. Aquel año, Valencia se rindió a El Cordobés. Manuel Benítez fue uno de los grandes protagonistas de la Feria de Julio valenciana de esa temporada tras cortar un rabo a un toro de Samuel Flores, de nombre "Arrabalero", en una tarde en la que compartió cartel con Pedrés y El Viti. Así lo contó El Ruedo...
La crónica, firmada por Leafar, comenzaba: "La tercera corrida de feria registró un llenazo impresionante, como ya es normal cuando torea El Cordobés. Con Manuel Benítez alternaban Pedrés y El Viti, pero eso para el público 'cordobesino' no cuenta demasiado. (...) El Cordobés fue recibido con una estrepitosa ovación al hacer el paseíllo".
Sobre el encierro de aquella tarde, con el hierro y la divisa de Samuel Flores, dice: "Tan sosas como aparecieron en la desencajonada que se celebró en el ruedo como festejo taurino noches atrás, siguieron durante la lidia"; mientras que en referencia a las actuaciones de los dos toreros que alternaban junto al diestro de Palma del Río, escribía: "Pedrés escuchó pitos en el primero y dio la vuelta al ruedo en el cuarto, mientras que El Viti escuchó pitos y algunas palmas en su primero y fue ovacionado en el otro".
El protagonista de aquel día sería El Cordobés. "Toreó por verónicas a sus dos toros, siendo jaleado en ambos, y a su segundo le dio unas gaoneras bastante movidas. Aguantó mucho en su primera faena, en la que dio buenos derechazos, pases por alto y un molinete de rodillas con gran valor. También toreó con la zurda no menos ceñido, aunque sin temple, y mató de un pinchazo delantero, una estocada atravesada, saliedno el estoque por el costillar, y descabello al segundo intento, siendo ovacionado a pesar de todo".
El delirio llegó en su segundo, con el que "hizo una de sus características faenas. Derrochó el valor en todo momento, citando de lejos y aguantando impávido la embestida. La inició con tres ayudados por alto de rodillas, verdaderamente impresionantes, y dio excelentes pases con la diestra y algunos naturales templados que ligó con el de pecho. Las delirantes ovaciones se sucedieron sin interrupción, con motivo o sin él. Mató de una buena estocada, entrando con mucho arrojo, y descabelló. Se le concedieron las dos orejas y el rabo".
La crónica concluye: "Un espectacular final de entusiasmo parosístico, en el que los admiradores del diestro casi acabaron con él, fue el colofón de la tarde".
La locura, el delirio... la plaza era un clamor.
