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El día que Rafael de Paula toreó para "los poetas, los pintores, los escultores..." en Madrid

Con lleno en los tendidos se celebró la cuarta corrida de la Feria de Otoño de Madrid. Se lidiaron cuatro toros de Joaquín Buendía que resultaron muy sosos, uno de Martínez Benavides, lidiado en cuarto lugar que resultó muy noble, y uno, el quinto, de Paloma Eulate que fue muy deslucido. Rafael de Paula (pitos y vuelta al ruedo clamorosa a pesar de recibir los dos avisos), José María Manzanares (ovación y silencio) y Ortega Cano (silencio y pitos).

Fue como un éxtasis y sobrevino en el cuarto toro. Antes, Rafael de Paula había despachado a su primero dentro de su línea habitual deslucida, pero con una verónica, una media y algún muletazo de lujo. Como relataba nuestro compañero José Luis Suárez-Guanes para Aplausos: “En el sobrero de Benavides toreó para los poetas, para los pintores, para los escultores, para los músicos… para todas las personas de sensibilidad. Se fundían, mientras toreaba, el olé sentido con la carne de gallina que estremecía por ver un torero tan pictórico, tan inaudito, tan portentoso, tan genial, tan distinto a todo”.

Paula conseguía lo sublime después de unas bonitas verónicas seguidas de un quite de ensueño. Ya en la faena de muleta, la sublimación de lo soñado como irrealizable estuvo presente en un ayudado por alto de porte, en unos derechazos de tersura y suavidad infinita, en un trincherazo de ensueño, en unos naturales en los que hubo perfecta simbiosis de ligazón y de continuidad, en unos pases de pecho monumentales por el recreo y la cámara lenta que les dio su autor, y después unos naturales citando de frente, de locura. Luego Rafael culminó su faena con un par de pinchazos y numerosos descabellos recibiendo dos avisos que no empañaron para nada su cómputo total, pues la plaza de Las Ventas se le rindió a sus pies en la entusiástica vuelta al ruedo y en la despedida final.

Del resto de la corrida, Manzanares anduvo voluntarioso con su primero y Ortega Cano aburrido, y es que después “de lo de Paula” nada pudieron hacer, ni tampoco nada se podría realizar con el público embriagado ante la vista de tan colosal obra.

A las pocas horas del triunfo, Rafael de Paula confesaba al diario El País: “Mi toreo está lleno de imperfecciones, pero hoy los pases me salían del alma, aunque siempre se puede uno superar y hacerlo mejor”. Sobre su continuidad en los ruedos la temporada próxima, la de 1988, se aprestó al diálogo con humor: “En cuanto me haga millonario me retiro; o sea que va para largo”. Así es Rafael de Paula, un artista con duende.

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El día que Rafael de Paula toreó para "los poetas, los pintores, los escultores..." en Madrid

Alfonso Ávila

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