Cuando el toreo circunvala el Cabo de Buena Esperanza de la Virgen de Agosto, el día más taurino del año, a muchos toreros comienza a hacérseles la temporada muy cuesta arriba. Sólo los elegidos suben el puerto de montaña de la canícula bufando como las antiguas locomotoras de vapor en la subida de Despeñaperros, venciendo todas las dificultades. En ese caliginoso tramo de la carrera aparecen el cansancio y los desarreglos intestinales de tal manera que en el equipaje de los matadores, el Almax y el Lacteol y las Digestinas adquieren tanta importancia como capotes, muletas y espadas. Agosto es la gran prueba para saber si un torero tiene catadura de figura. Porque en el toreo, como en casi todo, resistir también es vencer.
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