Es una cuestión de duende. No de tener eso que dicen “ángel”, o que te inspiren las “musas”. Eso es fotocopiar con gracia (ángel) o esperar a que te soplen al oído (musas). Lorca buscaba el duende, que es esa pelea que traemos en las tripas, en el alma, en las médulas de los huesos, esa bulla que se enreda en los vuelos de una muleta o en los flecos de un teclado al escribir. Un chorro de tormenta que jamás es igual y que afea a la técnica, expulsa al método y manda al carajo a la ciencia. No estoy hablando del arte. Hablo de su ser superior: el duende.
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