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El dulce sabor del azúcar amargo

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 03 de noviembre de 2013

La corriente desgasta las piedras inmóviles del río, inflexible, fuera de toda piedad, cumpliendo su oficio de tiempo, su trabajo de agua: la erosión. A lo inmóvil el tiempo se le echa encima paciente, y veloz le enseña la espalda. Creo que el toreo de hoy comienza a verle la espalda al tiempo, que, como la corriente del río, ejerce eficaz su trabajo de agua; nos erosiona. La piedra quieta y grande, es, al paso de los años, canto rodado de terciado tamaño al que miramos, y admiramos. Pero sólo para hablarnos al lado de una cafelito con leche cortado con una queja melancólica y en­dul­zado con el azúcar amargo del mismo dis­curso de perdedores: qué grande fue la piedra. Qué grande fue el toreo. Yo creo que el toreo, hoy, es aún grandioso.

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