El agosto taurino ha sido de siempre un test de lo más clarificador para la torería andante, el que pone a cada uno en su sitio. Los hay que cogen velocidad, ese Borja Jiménez mismamente, que no hace distingos de plazas ni categorías y desde que vio la luz tocó a rebato y arrea y arrea y los hay en contraposición al sevillano que acusan digamos los calores; los hay leales a su fe ortodoxa, caso de Rufo al que parece que le están pasando facturas ajenas, en realidad nada que le haga dudar de su creencia y los hay que rebajan calidades en busca de las facilidades del populismo; los hay en modo arrebatador, cuanto más torean más crecen y los hay a los que les pesan los kilómetros, la suerte se suele decir; los hay que esperan su toro y aun así me gustan (y mucho) caso Ortega, y los hay de buena boca que no esperan a nadie a riesgo de que los santones de la opinión les pongan pegas que si hay que ponerlas se ponen y si uno torea agarrotado pues torea agarrotado y se dice sin más paños calientes que la educación y si es vulgar pues es vulgar; los hay que se quedan sin uñas en los pies de tanto arrimarse, caso de ese Perera, y los hay que, puro instinto, le tienen un especial aprecio a su cuerpecito, postura muy humana en una profesión en la que todos coincidimos que los grandes protas no son humanos o por lo menos deben ser humanos muy especiales; los hay que no se detienen ante nada y los hay que se toman sus pausas… Y los hay a los que se les perdona cualquier veleidad, yo el primero, caso de ese Morante que habita en los cielos del toreo con todas las bulas que hagan falta.
LOS DESPACHOS
Lo mismo se puede decir de los empresarios, los hay currantes, imaginativos, arriesgados, responsables que sudan hasta la última entrada que venden y los hay ¡qué pena! cortoplacistas y/o recortadores, capaces de organizar una feria de mucho escaparate y en lugar de aprovechar la ocasión para asentar su propio cartel y ganar adeptos para la causa taurina tiran por la calle de en medio y se traen dos saldos ganaderos sin querer ver que semejante fórmula no es más que pan para hoy y hambre para mañana y acaban poniendo al fresco aquella etiqueta de acreditado empresario que tanto les gusta lucir en los currículos mediáticos. Nada nuevo en realidad. Y en ambos grupos, el de matadores y el de empresarios, los hay que se quejaban del cambio de cromos y las imposiciones hasta que han tenido cromos que cambiar. Cruel realidad.
EL CAMPO
Las semejanzas en el bando de los ganaderos, que las hay (a la constancia en el triunfo me refiero, que un toro bueno o dos toros buenos los sueltan muchos o no tantos, otra cosa es la regularidad o la integridad o…) están mitigadas por el factor necesidad, por las penurias con que tienen que navegar que no solo las determinan los altos costos de producción sino que también cuenta (importante) el ninguneo secular del sistema y sobre todo su condición de producto perecedero, o sea, que venden en su momento o adiós. Y en ese territorio, tan necesario para el lustre de la Fiesta, hay dos nombres que este año vuelan alto, aunque sería mejor decir embisten por encima del resto, Fuente Ymbro y Santiago Domecq a los que se les puede catalogar como domecq 2.0 y no quiero olvidar a Garcigrande, lo que viene a demostrar que el mentado encaste es barro de primera calidad más allá de los dimes y diretes, que todo depende de quien taña sus cuerdas y lo mismo puede sonar melódico que muy cañero.
Hay empresarios currantes, imaginativos, arriesgados, responsables que sudan hasta la última entrada que venden y los hay cortoplacistas y/o recortadores…
Dicho lo dicho que cada cual le ponga nombre a los apartados, al fin y a la postre ya lo dice el refrán, cada uno lo cuenta tal como le ha ido la feria y puede haber divergencias y disparidad de criterios, pero pasar pasa, ya lo creo que pasa, unos crecen, otros menguan, unos lo sudan, otros se lo llevan o eso creen, en este largo, apasionante y esclarecedor agosto. Nada nuevo, las picardías de estos últimos siempre existieron y hasta se celebraban como ejemplo de un divertido ingenio que no tiene cabida en la actualidad, en un momento en el que se hace más necesaria que nunca la entrega y la verdad.
LOS SUEÑOS
En esta coyuntura las miradas se han vuelto hacia los últimos aterrizajes (alternativas), cuestión clave en un momento en el que tanto se habla de renovación a la búsqueda de novedades que interesen e inviten a la vuelta de los públicos a todas las plazas. Coyuntura, la de la renovación, a la que se llega por empuje de los nuevos y no tanto porque haya un plan preconcebido. De pronto han aparecido un manojo de nombres que ilusionan lo suyo. Alejandro Peñaranda, Jarocho, Samuel Navalón, Nek Romero, Navas… darán o han dado ya el salto al escalafón superior. El salto no es fácil, nunca fue fácil y casi nunca se está suficientemente preparado, pero las circunstancias obligan. No hay novilladas, no hay economía, no hay público, no hay un plan de sector, no hay tampoco voluntad de que lo haya ni de poner las bases para que lo haya y todo se convierte en una bola de difícil digestión que empuja a dar el salto. ¿Que lo tienen imposible?… Difícil sí, imposible no. Hay decenas de casos que tuvieron que esperar demasiado tiempo, el mentado Borja sin ir más lejos, pero también los hay que salieron lanzados desde el primer día, casos de Juli o Roca como los ejemplos más evidentes. Difícil es, en realidad muy difícil, casi quimérico, pero posible.
POSDATA.- ESE CURRO, ESE… Una ovación cerrada, o mejor dos, a Curro Díaz por dar un paso al frente y dejar de lado a lo que sin duda hubiese sido un equivocado sentido del compañerismo. El linarense, eso imprime carácter, decidió torear el día 28 en su plaza del alma pese a que los maestros Morante y Manzanares, ante el cesarismo de los veterinarios y presidente acordaron no hacer el paseíllo. Curro no podía dejar a Linares sin toros el día de San Agustín. No está Linares (ni la ciudad ni el toreo) para esos embates. La segunda ovación es para la gran dimensión artística que dio en la plaza, seis toros a cuarenta grados es mucha tela para que comparezca la santa inspiración y compareció, compareció. Por comparecer compareció hasta el toro del embrollo mañanero. Para ese viaje no hacía falta tanta gresca. Bien por Curro.