El toreo no atraviesa un buen momento. Y como no somos aficionados ni periodistas por elección sino por afición y por vocación, respectivamente, no engañaremos...
El toreo no atraviesa un buen momento. Y como no somos aficionados ni periodistas por elección sino por afición y por vocación, respectivamente, no engañaremos a nadie viendo “brotes verdes” donde no los hay. Esto es un secarral, y si exceptuamos Madrid por San Isidro, Pamplona por San Fermín, y ya veremos Bilbao por la Aste Nagusia, casi todas las demás ferias, incluida la de Sevilla, son auténticas palmatorias. Y ya le podemos dar carrete al royo de la Cultura, al del ingreso en el ministerio de la cosa, al del Tribunal Constitucional, que nos iba a restituir la Cataluña que nos fue robada como territorio taurino, y tantas cosas más con que los maqueados G.10 sacaban pecho como pavos reales tras sus visitas a los políticos, que esto va a menos y no lo para ni la repetición del milagro de los panes y los peces.
Los toros han sido siempre un espectáculo caro, pero para los tiempos que corremos es prohibitivo. Y si los toreros que interesan no bajan gatillos en sus apetencias económicas, y los propietarios de los inmuebles (Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos Autonómicos) donde se celebra el rito taurico, continúan aplicándole al toreo la filosofía de “al viejo y al bancal, lo que se les pueda sacar”, esto se va al carajo. De seguir así las cosas, el empresario taurino va a ser muy pronto una especie en extinción en la fauna económica española. Y sin la empresa que ponga el espectáculo en pie, el ganadero dejará de criar toros de lidia y los toreros tendrán que montar sus chiringuitos en las plazas mayores de los pueblos, explicándoles a los niños que un día hubo una Fiesta muy española de la cual el toro era el rey. Algunos ya están haciendo prácticas, por si acaso.
Para frenar la cuesta abajo que vive el toreo, hay que llevar a las figuras de primera fila al convencimiento de que tienen un serio compromiso con la supervivencia del espectáculo taurino, y comenzar a pararles los pies a munícipes, diputados autonómicos y demás especímenes que pretenden seguir con sus pliegos-subasta, degollando una Fiesta sobre las que se les llena la boca de decir que es arte y cultura. No señores, no; para ustedes la Fiesta de los Toros sólo es un medio de llevárselo crudo como tantos otros en los que han entrado a saco dejándolos como un erial. Con su egoísmo y desprecio a la opinión pública y a los intereses de los ciudadanos acabarán haciendo de todos los aficionados a los toros votantes del de la coleta. Aunque no sea más que por verles a ustedes correr, pero esta vez delante…
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El empresario, especie en extinción
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